En realidad, todo lo que se ha explicado hasta ahora, ha tenido como objetivo que el lector sepa lo que ocurrió en la casa que habitó en Tigre Rodolfo Walsh y Lilia Ferreyra; de lo que significaba la tranquilidad y paz para el escritor y periodista, destacando que su estadía estuvo cargada de recogimiento, de amor por su compañera y sus amigos; quienes eran los vecinos; y de su particular atracción por el agua en general y por el Delta en particular, ya que en las distintas etapas de su vida, siempre que pudo, se relacionó con el Tigre y escribió cerca del agua.

Durante estos comentarios hemos ido poniendo de manifiesto estos afectos o costumbres del escritor. Este deseo y particular inclinación, ya sea real o ficcional, fue de alguna forma detectado por sus enemigos, por el sistema que tanto ansiaba su desaparición, por las estructuras dominantes, que como dijimos antes desean robarnos la historia y ocultar nuestras letras.

Así fue seguramente como se dispuso el allanamiento de ese cobijo de producción literaria, que era su casa del Tigre, y que a pesar que como verán, sabían que Rodolfo no se encontraba allí, igual la allanan para destruir, para hacer desaparecer no sólo a las personas sino a su producción literaria.

En Mayo y Junio de 1976, luego del golpe de estado cívico-militar que da origen a la última dictadura, Rodolfo define a la zona de Tigre como «territorio cercado» y estima que no es seguro continuar allí.

Lilia va a «Liberación» y retira todo lo importante, documentación, escritos, claves, etc. y lamenta dejar la máquina de escribir, una hermosa jarra enlozada y un «Mapa del Cielo» que lucía en la pared. (Sobrevivientes de la ESMA dijeron haber visto tal mapa en ese lugar). Lilia se dirige luego a Nuncio Tortorello, el dueño de la casa, por correo para pagar su arrendamiento, pero éste ha fallecido, igual cancela con un giro postal sus alquileres hasta Agosto e informa que abandona la casa.

El 18 de Septiembre de 1976 era un día agradable de primavera, aproximadamente a las 9.30 hs. una lancha de características pequeñas con dos tripulantes vestidos como turistas amarraron en «Liberación» y se bajaron en su pequeño muelle.

Mientras ésto ocurría, su vecino más cercano el Profesor Gutiérrez y su señora Esther, notan lo ocurrido, se dan cuenta que los recién llegados no son Rodolfo y Lilia por lo que se acercaron para ver quiénes eran y que querían, pues Rodolfo no estaba. A su consulta, uno de los señores, muy atento respondió que venían de lejos, deseaban hacerse un asadito y habían elegido una casa que no tenía moradores. Gutiérrez, comprendiendo la situación les aconseja que se retiren de esa casa, pues los propietarios podían llegar y sentirse invadidos.

Por otra parte, era costumbre del lugar impedir este tipo de descensos. Es más, les aconsejó que hagan el asado en una casa ubicada en la costa de enfrente que estaba abandonada.

Aceptando los criterios esgrimidos, ambos intrusos se retiran a la casa de enfrente y los Gutiérrez no vuelven a verlos más.

Aproximadamente media hora más tarde, vuelven a mover la lancha y esta vez se dirigieron a la casa de Rosita y estacionaron allí, tal vez por ser el mejor muelle, en esa época, de esta isla. Rosita les preguntó que ocurría, y ellos esgrimiendo los mismos términos comentados por el Profesor Gutiérrez, le comentan que deseaban hacer un asado pero no quería utilizar una casa sin moradores pues les parecía indecente, por lo que preferían solicitarle a ella que les facilite su asador, si es que no tenía inconvenientes.

Rosita le pareció muy decente el requerimiento, y les autorizó el uso de su quincho. Al hacerlo uno de estos atentos individuos, le comenta que como ellos tienen mucha carne, si es que no tienen inconveniente la invitaban a ella y a sus nenas a acompañarlos en el almuerzo. Rosita, que estaba con sus hijas Paula y Laura de 11 y 9 años respectivamente y otra amiguita de Paula también de 11 años, acepta el convite.

A medio día comen todos juntos, e incluso uno de estos señores trae una guitarra de la lancha, y se ponen a cantar alegremente. Al terminar, y luego de limpiar los platos, le piden a Rosita que los autoricen a que las nenas le enseñen la isla con un paseo por la vecindad, cosa que realizan por los fondos visitando todas las casas desde la de Rosita hasta la de Walsh. Luego de saludarse muy atentamente, vuelven a la lancha y se retiran hacia Tigre.

Esa noche, aproximadamente a las 2,30 horas, Rosita siente ruidos extraños en el muelle y se levanta pensando que son animales y toma una escoba para ahuyentarlos, luego abre la mirilla de la puerta principal y muy sorprendida y llena de terror ve que se trata de muchos hombres armados y con el rostro cubierto que están bajando de lanchas estacionadas en su propiedad.

En eso y casi en pánico por lo que ocurría, uno de esos hombres se acerca a la mirilla, se corre del rostro un especie de pasamontañas que lo cubría y entonces Rosita reconoce que se trataba de unos de los hombres que el día anterior habían estado en su casa preparando el asado y le dice:… «Rosita tranquilícese y vaya a la cama con las chicas que esto no es para Ud. y pase lo que pase olvídese de todo». Ella muerta de miedo cumple la orden y no escucha más lo que ocurre.

Hay dos columnas de aproximación a las casas, una por el agua y otra por la tierra, siguiendo el itinerario que el día anterior habían recorrido con Paula y Laura.

Tanto en «Liberación» como en «la Bañadera» rompen sus puertas a culatazos, ingresan a las casas destrozando todo su contenido y en el segundo caso desparramándolo por el parque.

Siguen luego cruzando el puente del arroyo «La Horqueta», ingresan en el «Ranchito», la casa del profesor Gutiérrez que tenían una pareja de visita, golpean la puerta y luego de abrirles los detienen hasta la madrugada, (el plan de Leandro de escapar por los fondos fracasa totalmente. No obstante el isleño Irala, supone y comenta erróneamente que los Gutiérrez huyeron por su «picada»).

Algunos de estos represores pasan esa noche comiendo y bebiendo en «Liberación».

Llaman a la empresa de lanchas colectivas, y les ordenan que envíen una embarcación hasta Carapachay 459 a las 7 de la mañana (las tropas habían llegado ya con otra embarcación de la misma empresa y tal vez otras de la prefectura).

Lancha colectiva

A la hora indicada estacionan la lancha requerida en la casa de Walsh, y la otra en el Ranchito. En la primera cargan en el techo una bolsa de consorcio con elementos personales sustraídos de ambas casas,(allí se va la máquina de escribir de Rodolfo, algunos libros, mapas, una carpeta con cosas personales de Pirí Lugones y un gomón con un motor de 5 HP) que suponen de importancia, se suben varios hombres de la Marina y navegan hasta el Paraná de las Palmas, donde los espera un barco de Guerra.

Luego de transbordar todo, le ordenan al chofer que regrese sin más. La otra lancha marcha con el resto de los hombres y llevando detenidos a los Gutiérrez hasta la Prefectura de Tigre. Allí también liberan a la otra lancha de la empresa, pero a los Gutiérrez los cargan en una ambulancia con los ojos fuertemente vendados y los transportan a un lugar donde son intimidados e interrogados de cosas incomprensibles para ellos pero no relacionado con Walsh (por muchas asociaciones y coincidencias, creen haber estado en la ESMA). Posteriormente 48 horas más tarde, el 21 de setiembre, son liberados en «Florida».

Mientras tanto, el lunes 20 la hija de Leandro Gutiérrez fue a visitar en Bs.As. a Hugo Rapoport, y le contó lo que había ocurrido, y que sus padres estaban secuestrados. Ellos no tenían forma de avisar a Rodolfo, pero lo hicieron con Patricia y con Pablo Giussani, tratando de advertir que nadie desconozca lo ocurrido. Al día siguiente, liberados los Gutiérrez, pareció que todo volvía a la normalidad.

Julia Constenla y Pablo Giussani, por este allanamiento y otros acontecimientos que los ponían en peligro, se exiliaron inicialmente en Italia y luego viajan a Nueva York. Ya en ese lugar, se enteraron que el ¡nocente garante de la «bañandera» el periodista Oscar Serrat, había sido secuestrado, tal vez sólo por esa condición e inmediatamente inician una gestión ante Associated Press, donde ambos (Pablo y Oscar) trabajaban, y luego de una intervención del Departamento de Estado y seguramente de la Embajada, fue finalmente liberado.

Un par de semanas después, Rosita con sus hijas revisaron las casas allanadas, ya totalmente abandonadas: en «Liberación» en sus paredes internas habían pintado un repudio a Montoneros y su puerta estaba abierta; y la «Bañadera» seguía con muebles y enceres desparramados por el patio. Así se mantuvo la situación por varios años, estas dos casas producían temor a los lugareños quienes tejieron historias de muerte y misterio. Con respecto al «Ranchito» fue saqueado en su interior.

También un hermano de Chiquita trató de auscultar que pasaba con la casa y tomó la lancha colectiva, pero cerca de la misma, el chofer que lo conocía por el tiempo que hacía que viajaba, le aconsejó que no bajara y le hizo caso.

Sin duda, en el allanamiento de la casa de Rodolfo y Lilia en San Vicente que ocurre casi seis meses después de la Tigre, los represores tienen algunos éxitos parciales, haciendo desaparecer algunos cuentos y escritos del genial escritor, mientras que en la de Tigre, salvo su máquina de escribir, su «Mapa del Cielo» y algunos libros, sólo es represión, intimidación y prepotencia.

Como análisis de esta historia, debemos destacar que el allanamiento narrado fue preparado con información previa de inteligencia militar, individualizados en los dos personajes que comen con Rosita, y en ésta investigación conocen perfectamente que de las 4 casas «sospechosas» sólo estaba habitada «El Ranchito», y el profesor Gutiérrez no era objetivo de en ese momento.

Entonces nos preguntamos: ¿a que vinieron?, y sin duda nos respondemos de la misma forma que podemos preguntar porque allanaron y bombardearon su casa de «San Vicente» si conocían que Rodolfo ya había muerto emboscado por la patota de la ESMA.

El objetivo entonces de ambos allanamientos es secuestrar la producción literaria de Rodolfo, como dijimos más arriba, quitarnos las palabras, impedir que esa prosa genial llegue a nuestro pueblo, creer que con su terrorismo no sólo podían hacer desaparecer a nuestra gente y a nuestros niños, sino también a nuestras ideas, a nuestras letras.

Así como los represores siguen ocultando el destino de tantos desaparecidos, de tantos niños ya grandes sin su identidad, también siguen escondiendo en sus más oscuros y cobardes pactos, esa novela y esos escritos que robaron de San Vicente.

Sin duda, estos ladrones de la vida, estas basuras humanas que como su peor lacra fueron capaces de los más aberrantes atentados contra nuestro pueblo, definitivamente se equivocaron… Rodolfo Walsh no fue acallado y hoy es un gigante… ejemplo de periodista con compromiso, de escritor con conducta, que nos sigue enseñando ética y que esas letras que intentaron robarnos, hoy se desparraman para ser parte de la más vital riqueza de nuestro pueblo.

Carapachay 459 «El Edén» o «Liberación», fue y seguirá siendo un lugar donde Rodolfo Walsh deambula por sus parques, donde su recuerdo vivo está presente en sus muros, donde sus puertas están abiertas para los que quieran conocerlo en su literatura comprometida, y seguirá como en 1976 rodeado de amigos que siempre lo tienen presente.

El Eden