Caminemos por algunos de los maravillosos senderos de nuestro Delta

Por José María Frías

 

Existen zonas del delta que son más despobladas, donde las familias salen de sus casas directo hasta su muelle, para subir a las embarcaciones.

Pero, en las islas de Tigre mas próximas al Continente, de mayor población, los vecinos pueden caminar por senderos, bordeando los jardines de las casas, hasta llegar a los muelles públicos o a los comercios isleños.

Aquí, entra en juego el nombre “camino de sirga”, que es un espacio con frente a ríos o canales; de libre paso (no para permanecer), sin alterar la tranquilidad; necesario también para la limpieza de las orillas y del curso de agua; o con fines de navegación.
Se lo llamó así, porque “el camino de sirga” era el margen que se necesitaba antiguamente para que las carretas tiradas con bueyes pudieran empujar las sogas (las “sirgas”) que se usaban para arrastrar a los barcos río arriba.

Una caminata imperdible por unas de esas sendas, es la del barrio de «Tres Bocas», que es el circuito peatonal más extenso, de veredones y en momentos con senderos tapizados por rugosas raíces, asistido por puentes, bordeando el Abravieja, el Sarmiento, la Perla y algo del San Antonio.

Arroyo Santa Rosa
Otros recomendados para recorrer, son los senderos que bordean el arroyo Gallo Fiambre, de islas de Tigre, cerquita de la fluvial.

Su denominación, tiene referencia a las monjas del Convento que allí funcionaba y con su edificio todavía existente; quienes hervían y fileteaban la carne dura de los gallos, para su consumo.

Al entrar navegando a este arroyo; observamos sobre la mano derecha la primer atracción arquitectónica: es la llamada “Casa Celeste”, una mansión de dos plantas añeja, con ventanas a ambos cursos fluviales.

La Casa Celeste

Más allá, sobre la misma margen, desembarcamos en un muelle próximo a la segunda atracción: el convento de los franciscanos; que data de 1880, cuando la orden (que en 1750 se había establecido allí) compró el solar. En 1908 se realizó la construcción para casa de retiros y la escuela, hasta el año 1965. Luego de unos años de abandono, fue restaurado y resguardado. Si bien no se encuentra abierto al publico; desde afuera se puede apreciar su belleza.

Convento Gallo Fiambre

Cerca, y de la otra margen del arroyo, el camino conduce a los viejos galpones de lo que fue la fábrica de sidra “Real” y a su historia: a principios de siglo pasado, allí procesaba la fruta que llegaba de las chatas desde las islas, pero lamentablemente luego de las grandes crecientes en la década del 40 y 50 que ocasionaron la perdida de frutales; la fábrica se vió obligada a mudarse al Alto Valle de Río Negro.

Hoy, los restos de esa antigua edificación, fueron ambientados y ocupados por “La Real”, un lugar de descanso y restaurante, con un parque rodeado de tilos, alcanfores, docenas de árboles frutales –ciruelos, limoneros, naranjos-, robles, nogales, corpulentas hortensias, rosales y ceibos en flor.

Desde el altísimo techo de los galpones, se descuelga una red de soga muy gruesa, de la que penden docenas de herramientas alegóricas a la vida en el río y la fábrica. A los pies de la telaraña, diversos objetos le dan forma a un conjunto escultórico. Las arañas que cuelgan sobre las mesas, confeccionadas con botellas y raíces, señalan el inicio del área gastronómica.

Retomamos lentamente la caminata por el sendero. Vemos muelles, botes pintorescos amarrados; y por sobre todo casas típicas, algunas que sorprenden por el nivel de confort y la calidad de los materiales, pero, sobre todo, por la exuberante flora de sus jardines, muy bien cuidados. Con infinidad de pájaros que se posan ante nosotros y vecinos con los que, a cada paso, nos saludamos.

Seguimos por un sendero que atraviesa la isla por el centro -ojo: sin olvidar el repelente-. Abruptamente, cambia la densidad del aire, que se torna más fresco; muta la flora, que, si antes lucía exuberante y ahora no tiene límites. Caminamos entre margaritas del bañado, que llegan a la altura de los hombros, lirios amarillos de un tamaño descomunal, azucenas, jazmines, sagitarias y ceibos en flor.
Al mirar hacia el cielo, las enredaderas entretejen el follaje, entrelazando los árboles.

Abravieja

El camino sigue hasta desembocar en el Río Luján; donde sólo los más pacientes observadores podrán ver a un Biguá atrapar y tragar un bagre.

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