El saber popular dice que su nombre proviene de cuando los barcos que navegaban por la zona encallaban, debido a los bancos de arena que hay en el sitio; pero la verdadera razón de su nombre es bien distinta y ha quedado en el olvido de los años
Por José María Frías
Los «Bajos del Temor» se encuentran en el Delta del Paraná, muy cercanos a la desembocadura del Paraná de las Palmas. Es un amplio espacio de agua en el que vierten sus aguas los arroyos Chaná y Aguaje Durazno y es una zona con poca profundidad de agua, donde el avance del delta sobre el río se palpa en el crecimiento de los juncales.
El saber popular dice que su nombre proviene de cuando los barcos que navegaban por la zona encallaban, debido a los bancos de arena que hay en el sitio; pero la verdadera razón de su nombre es bien distinta y ha quedado en el olvido de los años; hasta que descubrí un cuento de Roberto Vilmaux que se encargó de revivirla.
Para conocer el origen del nombre de los Bajos del Temor debemos remontarnos a muchos años atrás y a algo más al norte del lugar. Más precisamente a la década de 1870 / 1880 y a la isla de La Paloma, en la desembocadura del Paraná Bravo en el Río Uruguay.
Allí vivió por esos años Marica Rivero, que comandó una de las bandas de piratas más feroces que asoló la región a finales del siglo XIX. La banda de Marica, como tantas otras asentadas a lo largo de los ríos Paraná Guazú y Paraná Bravo, se dedicaba a asaltar a los veleros que pasaban por esos ríos.
Esta situación llevó a los gobiernos Buenos Aires y Entre Ríos, a prestar atención a lo que ocurría en las islas y se organizó, en conjunto, un operativo para acabar con las bandas del delta. La lucha duró muchos años y con mucho muertos. De ambos lados. Finalmente Marica Rivero, el «Correntino Malo», y cinco de sus hombres son atrapados, luego de tenderles una emboscada.
El operativo estuvo a cargo del Teniente Agapito Zapata, oficial del ejercito, quien era tan feroz como los piratas.
Los siete prisioneros fueron transportados río abajo por el Uruguay en un pequeño barco custodiado por Zapata y diez de sus hombres. Llegaron a lo que hoy conocemos como Bajos del Temor e ingresaron a la bahía, que era mucho más amplia por aquellos años.
Allí decidió librarse de los prisioneros. Uno a uno fueron llevados de la bodega del barco a tierra y estacados en un sitio muy cercano a la costa.
Zapata no se quedó a ver como el agua avanzaba sobre la costa, traída por el viento del sudeste. Levó anclas y el barco partió, dejando atrás los gritos de los hombres y claro le llegó el juramento de venganza de Marica Rivero.
Ella y sus hombres murieron ahogados y sus cuerpos estacados nunca se encontraron.
Pronto comenzó a correrse la noticia de lo que había ocurrido. En Buenos Aires hubo una investigación, pero no se llegó a nada, nadie testimonió en contra de Zapata. Todo quedó en el olvido, pero no tanto. Porque por la zona del Delta comenzó a comentarse que Marica Rivero, el «Correntino Malo» y sus hombres habían vuelto a las andadas. ¡Pero estaban muertos! … de eso nadie tenía dudas.
Se decía que cuando las aguas bajaban aparecían y continuaban con sus asaltos a barcos, pero esta vez eran mas feroces por sus ansias de venganza. Pero fue solo un rumor, sin ninguna confirmación. Confirmación que llegó varios años después.
Era una noche oscura. El cielo estaba cubierto de nubes negras lo que hacía presagiar una tormenta. El viento del norte había sacado el agua del río y la bajante se hacía pronunciada.
Un velero de tres palos se acercaba bajando desde el Uruguay. Los doce pasajeros cenaban en el comedor bajo cubierta, mientras el capitán procuraba orientarse algo confundido por no poder ver los contornos de la costa. No sabía donde estaba.
Sintió un crujir bajo el casco y comprendió que habían encallado. Se dirigió a la proa del barco y a punto de llegar un relámpago iluminó el lugar. Se quedó pasmado por lo que vio.
Delante suyo apareció una mujer robusta, el pelo largo mojado le caía sobre los hombros y cubría parte del rostro. Antes que la luz del relámpago se apagara alcanzó a ver detrás de la mujer otros seis hombres. Todos con el mismo aspecto, mojados, las ropas hechas harapos, todos con largos puñales y espadas en sus manos. No llegó a escuchar el trueno que vino después. La mujer lo decapitó antes de que pudiera darse cuenta de lo que ocurría.
En el comedor, los pasajeros comían y sólo les llegaban los sonidos de la tormenta.
Sentado a la mesa frente a la puerta de entrada se encontraba un oficial del ejército. Su pasado como teniente, jefe de las tropas que habían operado en el Delta del Paraná había quedado atrás. Casi ni recordaba esa época. Ahora tenía una buena posición con su cargo de Coronel y el comienzo del nuevo siglo lo encontraba retornando con su familia, dos hijos y esposa, de unos días que había pasado en la República Oriental del Uruguay.
Cuando la puerta voló y esa mujer apareció en el comedor, la reconoció enseguida.
Agapito Zapata poco pudo hacer para defender a su familia y al resto de los pasajeros.
Nadie puede matar a un muerto…
Al día siguiente los cuerpos decapitados de doce pasajeros, entre ellos cuatro niños, y de ocho tripulantes aparecieron colgados de los palos del velero.
A partir de esa masacre, y por muchos años, pocos se atrevieron a navegar por la zona. Se impuso entonces aquel nombre «Bajos del Temor».
Hoy pocos recuerdan la historia de Marica Rivero y Agapito Zapata. Las apariciones de los espectros de los bandidos se fueron diluyendo con el tiempo y el motivo del nombre de los bajos también.
Pero el tiempo trascurrido, si bien para los vivos puede parecer mucho, para los muertos es nada. Les espera la eternidad en esa situación.
No hay ninguna garantía de que se hallan retirado del lugar para siempre…