Esta premisa reconocida por ley en nuestro país, no se constata en la realidad. Durante los 180 días de clases previstos habrá muchos para quienes la gratuidad de la educación no será condición suficiente y se quedarán en el camino. Garantizar el acceso en la primera infancia, la permanencia escolar y reconstruir la educación media siguen siendo hoy los principales desafíos educativos. Pero sobre ellos se entreteje una nueva estrella, la desigualdad e inequidad en el ejercicio del derecho a la educación.
La educación secundaria representa un aspecto particularmente débil en el eslabón educativo. Apenas la mitad de los alumnos que la comienzan logran terminarla. Diversos factores lo condicionan: la desactualización de contenidos y metodologías; conflictos gremiales, infraestructura y mobiliario deteriorado; salarios atrasados de docentes; desmotivación docente; entre otros, se suman a los agravantes socio económicos del contexto nacional.
Quienes abandonan la educación o son expulsados del sistema educativo, son adolescentes que, en su mayoría, provienen de sectores vulnerables y no están en la escuela por razones profundas y complejas. Deben asumir responsabilidades del mundo adulto antes de tiempo, tales como temprano acceso al mundo laboral, embarazo adolescente, cuidado de hermanos, insuficiencia de ingresos para cubrir los gastos escolares, falta de apoyo y acompañamiento para evitar la deserción, entre otros aspectos.
En todos los casos, el Estado es el principal responsable a la hora de pensar en alternativas que contribuyan a revertir esta situación.
Estar fuera de la escuela es estar afuera del contexto por excelencia en que deberían transcurrir la mayor parte de sus días. Es perder la condición de niño, el grupo de pares, las inquietudes e intereses propios de esta etapa del desarrollo. Es estar más solo y desprotegido.
Mientras discursivamente en la sociedad la educación es uno de los valores más preciados como trampolín de acceso a otros derechos y a partir de allí a una inclusión social plena, hay sectores para quienes la premura de la supervivencia posterga la continuidad escolar que finalmente se convierte en abandono.
La escuela argentina está lejos de ser una herramienta igualadora y capaz de reducir la enorme brecha entre los que más tienen y los que luchan por sobrevivir.
La educación tiene que ser la salida al laberinto de dificultades en el que quedan envueltos los niños y adolescentes que año a año quedan fuera del circuito educativo.
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