En la llamada ruleta americana tradicional, la que tiene un solo cero, las posibilidades del jugador son mayores, pero en las del doble cero las posibilidades de la banca más que se duplican. Según los jugadores profesionales, que se manejan con estadísticas probabilísticas, esas posibilidades pasan de un 2,5 a 5,4 por ciento. Esto es lo que ha pasado con el pasaje del primero al segundo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ganó la banca.
La ortodoxia del FMI, con el total apoyo de la administración Trump, se ha impuesto así en toda la línea.
Hay un debate entre una visión tecnocrática y otra más geopolítica, que expresan estos dos grandes jugadores que influyen en nuestra crisis. Esta confrontación finalmente se resolvió en el marco de un debate mayor entre las dos grandes tendencias que cohabitan en el sistema financiero internacional:
Triunfó el ala neoconservadora luego de que al interior del FMI se doblegara la oposición de Francia, Alemania y Holanda que, siguiendo los criterios del Banco Central Europeo (BCE), no aceptaban un refuerzo del crédito original. Sin embargo lograron que el adicional fuera de solo 7.100 millones de dólares en lugar de los 20.000 solicitados.
Mientras se negociaba el monto adicional del préstamo el presidente Macri dio muestras de que el entusiasmo de sus primeros tiempos trocó a un presente deprimente.
De “lo peor ya pasó” ahora confiesa que “lo peor está por venir”. De su optimismo ingenuo solo quedan hilachas, como se vio en ese bailecito -por cierto patético- que ensayó con una empresaria estadounidense o en los arrumacos con Christine Lagarde de quién llamó a enamorarse.
Todo mientras en el país se desarrollaba un paro general masivo y desde aquí renunciaba por teléfono el presidente del BCRA (no puede descartarse que haya sido una exigencia del Fondo).
Por si algo faltara anunció en un reportaje a la agencia Bloomberg, en un inglés imperfecto, que se encuentra “listo para competir” electoralmente. Un mensaje a los mercados pero también a quiénes en Cambiemos ya se probaban el traje de posibles reemplazantes.
La ampliación del crédito a 57.100 millones de dólares y el adelanto de los desembolsos por 36.200 hasta fines del 2019 -a la medida de las necesidades políticas electorales del oficialismo- alcanzarían para alejar la posibilidad de un nuevo default o reestructuración de la deuda, sin embargo no cubren las salidas por atesoramiento, gastos de turismo y giro de utilidades empresarias.
A partir de esta semana y hasta junio próximo se congela la base monetaria, no habrá emisión, al mismo tiempo se subieron los encajes bancarios. Es decir, la economía funcionará con el actual monto de dinero en circulación, lo que empujará para arriba las tasas de interés, con los problemas que causarán en la cadena de pagos y dificultades para las Pymes de financiar su capital de trabajo.
La caída de la actividad se agravará ya que la economía seguirá con alta inflación -¿por cuánto tiempo más?- con lo que la capacidad de compra de ese monto fijo circulante irá decayendo mes a mes.
Todo se completa con la instalación por parte del BCRA de bandas cambiarias, que se irán actualizando a razón de 3 por ciento mensual. Una suerte de tablita cambiaria posmoderna que en realidad pretende ocultar una devaluación permanente, que es una invitación a la compra de dólares para atesoramiento.
Secar la plaza e inducir un fuertísima recesión es el único recurso -incapacidad de gestión diría el presidente en otros tiempos- para frenar el alza del dólar y el incremento de los precios.
En síntesis, se comprueba una vez más que siempre que se renegocia un acuerdo con el Fondo este impone nuevas y gravosas condiciones.
A lo firmado en el primer acuerdo, déficit fiscal primario cero para el 2019, se agrega ahora emisión monetaria nula a partir de este mes. La combinación de estas dos imposiciones junto con la política cambiaria de flotación libre entre bandas muy anchas, tendrá un fuerte impacto en la actividad económica y en el empleo, en la pobreza y en la indigencia, en el crecimiento de las desigualdades.
Se profundizará la recesión más de lo que estaba previsto.
Como en el 2001 el FMI instalará controles permanentes, llamados monitores, del cumplimiento de las metas y medidas.
Un resultado del PBI de -0,5 por ciento como calcula el proyecto de presupuesto 2019 parece muy optimista, puede que termine en -1 ó -3. Es lo que discuten las consultoras especializadas.
Estamos frente a una verdadera encerrona:
Distintos estudios concluyen que serán necesarios varios años con superávit fiscal primario de 2 por ciento, lo que significa que la política de ajuste se mantendrá en el tiempo y que el estancamiento que la economía arrastra desde el 2012 se acentuará.
Si a Macri le va mal nos deslizaremos a una híper y nueva crisis de deuda.
Si le va bien es que pasa el ajuste y continúa la política de austeridad.
En cualquier caso perdemos los trabajadores y las clases subalternas.
Hay que romper esta dicotomía.
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