La demanda del caso ha impulsado que, desde hace tres años, el INTA se ocupe de implementar una estrategia para articular la compra colectiva para la plantación de frutales

 

Entre las consultas e inquietudes que llegan a la Agencia de Extensión Rural (AER) Delta Frontal del INTA es notable en los últimos años un renovado y creciente interés por el cultivo de árboles frutales para consumo familiar.

En algunos casos para reemplazar viejos ejemplares establecidos desde hace décadas en las quintas y en otros, a través de experiencias absolutamente nuevas por parte de los interesados.

Esa inquietud (luego, transformada en demanda) se visibiliza en un amplio grupo de actores, ya sea de isleños tradicionales, cuyas familias se encuentran afincadas desde hace varias décadas, como de un importante segmento de nuevos pobladores del territorio. Todos con interés por aprovisionarse de frutas principalmente, de carozo y pepita, como también diversas especies de cítricos.

La demanda del caso ha impulsado que, desde hace tres años, el INTA se ocupe de implementar una estrategia para articular la compra colectiva para la plantación de frutales; actividad que es orientada desde el punto de vista técnico por profesionales de la EEA Delta Frontal con sede en Tigre. Así, a inicios de agosto se concretó una nueva etapa, junto a la Dirección Provincial de Islas (DPDI) de la Provincia de Buenos de Aires. Ambas instituciones facilitaron el nexo entre el vivero y los pequeños productores, para la adquisición de las plantas frutales y agilizaron la logística. En esta ocasión los productores compraron un total de 342 plantas, ente naranjos, mandarinos, limoneros, durazneros, perales y ciruelos, con variedades recomendadas por la EEA San Pedro.Iniciativas de este tipo buscan mejorar las condiciones de vida de los pobladores y pequeños productores del delta, mediante el fomento de la actividad a escala familiar.

En los próximos años es posible que se sumen otros cultivares tradicionales de obtención local en los que se está trabajando en la EEA Delta del Paraná. Se trata de  en un plan que tiene como objetivo el rescate y conservación de ciruelos y durazneros de adaptación a las condiciones del territorio y actualmente se cuenta con el primer banco de germoplasma de 12 de esas variedades de obtención local.

Desde el punto de vista técnico y de la valorización de los materiales genéticos adaptados, debe tenerse en cuenta que se trata de uno de los pocos casos en el mundo de variedades de ciruelos adaptados a clima templado-húmedo.

Desde el enfoque histórico y cultural, es interesante ver como la fruticultura alcanza a la idiosincrasia de las islas del Delta y de sus habitantes; tuvo sus inicios a fines del siglo XIX y llegó a ser por décadas la más importante actividad productiva en la región, alcanzando su auge en el entre 1930 y 1940, momento en el que comenzó a declinar, para desaparecer, por un conjunto de motivos, hacia fines de los años ’70.

Se desarrolló en el arco de territorio comprendido entre las Islas de Tigre a Campana, teniendo como principal motor el aporte de inmigrantes europeos que trajeron de sus sitios de origen prácticas y conocimientos.

Durante mucho tiempo el Delta fue el único proveedor de frutas del área metropolitana y de otros mercados -como el de Mar del Plata- produciéndose con muy buenos niveles de calidad. La época de mayor expansión significó un importante desarrollo productivo, que fue acompañado por el establecimiento en 1938 del Nuevo Mercado Provincial de Frutas de Tigre con tres dársenas sobre el río Luján  (en su actual ubicación), que amplió y mejoró las condiciones del viejo puerto en el emplazamiento original en el actual Río Tigre.

Como otros hitos de esa época asociada al cultivo de frutales como actividad productiva principal, datan la fundación de la actual Cooperativa de Consumo Forestal (1931) y del legendario Periódico Delta (1933).