Mi esquina contiene a toda nuestra sociedad

por Pablo Galfré 

Choque

El otro día, mientras pispeaba por el balcón de mi casa el transcurrir de la vida misma, tuve una revelación. No una epifanía, no una metáfora, sino un descubrimiento científico tan concreto como el fuego, la luz o el teléfono. El otro día descubrí, tras atestiguar un nuevo choque entre una moto y un auto que, en la esquina de casa, en la mera intersección de 4 rincones cóncavos, se sintetiza esta vida que nos llevamos puesta como sociedad.

Jorge Luis Borges, el escritor desagrietado, estaría fascinado con mi hallazgo, porque, como su Aleph, mi esquina “es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”.

La cosa es así en este rincón de la Ciudad de Buenos Aires: los autos que vienen por la calle Pipi Romagnoli van a toda velocidad porque tienen un buen tramo sin semáforo ni lomas de burro, pero no tienen prioridad de paso porque circulan por la izquierda. En cambio, los que vienen por Gallego González sí tienen prioridad, porque vienen de la derecha, pero su devenir es lento esa calle nace 100 metros atrás, después de un semáforo de una avenida transitada. Ojo, aclaro que las coordenadas son ficticias. No sea cosa que mis archienemigos sepan dónde resido.

Entonces, como los que tienen prioridad van a media marcha y lo que deben ceder el paso a toda velocidad: ¡pum! Siempre se la ponen. Pero siempre, eh.

Así como Borges en su Aleph (un punto preciso del universo oculto en una casa porteña) vio “el populoso mar”, “el alba y la tarde”, “las muchedumbres de América” y “una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide”, todo en simultáneo y no en un orden sucesivo (“porque el lenguaje lo es”) yo, a lo largo de estos años atestigüé, en simultáneo y no en sucesivo, porque no tengo el poder del demiurgo ciego: autos ponérsela contra otros autos; autos contra motos y viceversa; camiones contra motos y autos. Todos van a máxima velocidad: moto-mensajeros; deliverys varios; camioneros mayoristas y de la basura; auto particulares de alta gama y cualunques. “Sasí”, diría un parrillero correntino de cuchillos tomar, personaje borgiano si los habrá, con el que trabajé en una parrilla en España 20 años atrás.

Porque claro, como se escucha mucho durante esta pandemia que atravesamos, “mi mundo es mi mundo y yo hago lo que quiero”. Entonces, como pretendo ejercer mi libertad egoísta, voy rápido por Pipi Romagnoli, aunque no esté permitido, y cuando llego a la esquina no aminoro la marcha porque los peatones, como tienen carrocería (¿acaso no tienen?) también deben frenar, para que yo y mi bólido atravesemos la libertad y ¡pum! Me la pongo contra otro auto, libremente, con mi ego enchastrado de sangre contra el volante. Y así… ¿Por qué acaso importa si hay otro?

Con un vecino, que está al pedo en la vida como yo, sacamos siempre fotos y las adjuntamos a mails protestones que mandamos a la Dirección de Tránsito de la ciudad. En esta esquina borgiana hemos fotografiado autos chocados, paragolpes por el piso, restos de luminarias, frenadas sobre el asfalto. Como no nos da el piné para revisitar la Crash de David Cronemberg, despuntamos el vicio siendo unos quejicas de barrio.

Choque

Pero nuestros reclamos surgieron efecto. Primero, conseguimos que pusieran sobre Gallego González un cartel que reza “¡PARE!”, que tiempo después fue cubierto por la alea de un árbol urbano. Después, que pintaran de amarillo las cuatro esquinas. Exigimos que agregaran lomas de burro, pero no. Según los expertos, la combinación de reductores de velocidad en una zona de tránsito de camiones puede ser peligroso y generar vibraciones en las paredes de las casas, más las subsiguientes generaciones de grietas en las fachadas.

Como los choques mensuales continuaron –siempre sin heridos fatales ni de gravedad- continuamos alertando sobre los riesgos de esta esquino díscola, enfatizando que en el futuro podría haber fatalidades. Pero no. “Sasí”, dijeron como aquel correntino aguerrido.

Hasta que una noche ¡bum! Un vetusto Renault 19 se la puso contra un auto de marca desconocida y los dos terminaron arriba de la vereda, semi-incrustados contra la cortina metálica del taller de mi vecino.

Finalmente, otra noche oscura nos despertamos con un fuerte ¡ay! tras otro ¡bum! Un motoquero había terminado bajo las ruedas de un auto. Bajé raudamente y le apliqué los mínimos conocimientos adquiridos, semanas atrás, en un curso de primeros auxilios en zonas agrestes. Mientras le inmovilizaba la cabeza, atestiguaba que le faltaba la mitad del pie, sangre corría por la parte ausente y le preguntaba su nombre y qué le había pasado (así dicta el procedimiento), el pibe gritaba desaforadamente. Hasta que, tras quejas insuperables, me tiró una pequeña piña a la cara (enojado quién sabe por qué), y cuando llegó la ambulancia me levanté y me fui.

Así es… Borges estaría fascinado con esta esquina espejada. Porque como su Aleph resume el universo todo, mi esquina contiene a toda nuestra sociedad.

Porque no hay sólo choques. También están los cochistas que tocan bocina a los peatones, no sea cosa que lleguen tarde a la nada misma; los camioneros que van a toda velocidad porque como tienen laburos de mierda tienen permiso para matar; hay quienes sí frenan cortésmente ante a presencia de un peatón pero son apurados por bocinazos de otro y un “¡Qué hacé, loco! ¡Qué frená!”. Cada tanto me pasá de poner balizas para estacionar y, o no frenan y te pasan finito, o se detienen a centímetros, porque “¡Qué hacé, loco! ¡Qué frená!”. El otro día me vi a mí mismo dentro del vórtice, puteando sacado a un otro sacado.

Ahora que pienso, mi esquina es una esquina medio pelo, porque está ubicada en un apacible barrio porteño. No es borgeana en realidad. No representa a toda la sociedad argentina. Por ella no transitan colectiveros desquiciados ni taxistas facinerosos; no circulan vehículos de alta gama a 180 km/h haciendo luces ni esos autos capangas y tuneados; al no haber semáforo nadie lo cruza en rojo ni invade la senda peatonal. Tampoco hay embotellamientos varios ni bocinazos estruendosos.

Mi esquina es una esquina cualquiera.