Dentro del Programa Nueva Oportunidad, se capacitan como guías náuticos y aprenden cómo reparar embarcaciones. Un proyecto de formación laboral que vincula lo social, lo deportivo y lo recreativo

 

El termómetro marca más de 30 grados y el Balneario La Florida muestra su habitual paisaje de temporada estival, con cientos de sombrillas y reposeras desplegadas a lo largo de la extensa playa de arena y con miles de rosarinos y visitantes disfrutando de las bondades del río Paraná y su entorno. A escasos metros del acceso sur del balneario (Carrasco y Ricardo Núñez), entre kayaks, salvavidas, remos y diversos accesorios para el desarrollo de la práctica náutica, un grupo de jóvenes, que parece abstraerse de la realidad cotidiana del lugar, comparte una merienda al resguardo de la sombra que ofrece la barranca que bordea la avenida Carrasco.

Se trata de los adolescentes que participan de un novedoso plan de formación que municipio, Provincia y el Balneario La Florida brindan de manera conjunta en el marco del Programa Nueva Oportunidad, que a través de múltiples instancias de capacitación, asistencia y acompañamiento involucra a jóvenes en situación de vulnerabilidad.

“Los jóvenes a los que apunta el Nueva Oportunidad tienen realidades complejas y difíciles”, recordó la secretaria de Desarrollo Social, Laura Capilla, y remarcó que “en Rosario hemos planteado, desde hace varios años, aportar a la inclusión”.

Capilla, quien visitó el balneario para dialogar con los participantes de esta capacitación e intercambiar impresiones sobre la misma, sostuvo además que lo importante es que los jóvenes puedan “ser reconocidos por el esfuerzo de realizar todo un proceso y alcanzar un objetivo, capacitarse para tener nuevas posibilidades en la vida”, y agregó: “Seguimos apostando al trabajo con las organizaciones sociales e instituciones para construir una red que acompañe y cuide a los jóvenes de nuestra ciudad, para que puedan concretar sus proyectos de vida”.

“Es un curso de capacitación en oficios, en guía de kayaks y reparación de embarcaciones”, detalló por su parte Fabricio, integrante de la Escuela Al Otro Lado del Río y coordinador del ciclo, en el que participan 11 jóvenes de los barrios Polledo, Nuevo Alberdi y Los Cedros, del distrito Norte.

 “La idea es que los chicos aprendan todas las habilidades en el kayak de travesía para poder guiar personas en una excursión de uno o más días y también que puedan reparar los propios kayaks en los que trabajen”, abundó el instructor.

Los lunes y los miércoles, entre las 15 y las 17, los adolescentes arriban al balneario a bordo de un transporte dispuesto especialmente para su traslado, tanto de ida como de vuelta. En total, el curso demanda 6 meses de un intenso aprendizaje, con teoría y práctica incluida, y se divide en dos módulos: en el primero (actualmente en desarrollo), los chicos aprenderán a dominar por completo la embarcación y a coordinar un grupo; durante la segunda etapa, adquirirán los conocimientos para reparar una embarcación con plástico reforzado con fibra de vidrio.

“El oficio requiere mucho entrenamiento y conocimientos teóricos, la idea es que los chicos los vayan adquiriendo paulatinamente”, señaló Fabricio, y enumeró: “Técnicas de vida al aire libre, cómo armar campamentos, política de no dejar rastros, meteorología, orientación, todo ese tipo de cosas que hacen a un buen navegante y a un guía de kayaks para poder estar a cargo de un grupo de personas”.

Cabe remarcar que los asistentes al curso cuentan con todos los elementos necesarios para el desarrollo y aprendizaje de la disciplina, que proporciona la propia escuela, como también con un sistema de emergencias médicas y vestuarios con agua caliente a disposición para utilizar al finalizar cada jornada.

Respeto al río, la prioridad

Miguel tiene 18 años y forma parte del grupo de jóvenes que participa de esta capacitación que promueve además la creación de un sentido de pertenencia con el grupo y las normas adecuadas para disfrutar del río Parana. A diferencia de algunos de sus compañeros que no contaban con experiencia previa en actividades náuticas, el muchacho comentó que su vínculo con el río se remonta a varios años atrás.

“Siempre me gustó el río y los kayaks, tengo mis tíos que nadan y me han enseñado, sobre todo, a respetar el río”, dijo el joven que, según los profesores y sus pares, es el “más serio” del grupo. A futuro desea dominar la embarcación con total seguridad y quiere aprender a realizar el roll, “como lo hace el profe”.  Esta técnica permite enderezar el kayak en caso que se dé vuelta en plena navegación y quede «panza arriba».

“Se aprende canotaje, a realizar autorrescate, rescate asistido a algún compañero y respeto al río”, indicó Miguel al mencionar algunos de los principales conocimientos adquiridos y sostuvo que la clave es “escuchar, prestar atención y hacer lo que te dicen. No podés venir a hacer la tuya”.

Curso de Kayak

 

Mucho más que una capacitación

Además de la capacitación propiamente dicha, el curso es un espacio de encuentro y recreación para los jóvenes, por lo que también hay espacio para la distensión y las risas. Al finalizar cada jornada de trabajo en el río, los adolescentes disfrutan de una merienda y trazan un balance de la jornada junto a los coordinadores. También se plantean nuevos desafíos y los jóvenes aprovechan para comentar cuáles son sus metas.

Al parecer,  lograr cruzar el ancho del río Paraná y desembarcar en el sector de islas es el gran anhelo de la mayoría. Según les asegura el profesor Fabricio, todos podrán lograr su objetivo, siempre y cuando cumplan con las normas establecidas. A su vez, destaca la necesidad de generar confianza dentro del grupo: “Respeto por el río y confianza en el compañero que tenemos al lado son dos cosas fundamentales. Si me pasa algo, tengo que poder confiar en quien tengo al lado”, indicó.

Por otro lado, viernes de por medio, los chicos disfrutan del denominado “tercer tiempo”, un espacio de diversos encuentros y charlas interactivas con visitas programadas incluidas. Por ejemplo, la semana anterior, el grupo recorrió distintas guarderías náuticas de la ciudad para conocer en detalle la labor que realizan los trabajadores de estos espacios vinculados al río.

Con todo esto, el proyecto vincula lo social, lo deportivo y lo recreativo con una pormenorizada formación de conocimientos náuticos, del medio ambiente y la vida en la naturaleza a través del deporte, proporcionando a los jóvenes no sólo la futura posibilidad de una salida laboral, sino además la inculcación de valores sociales y herramientas para el desarrollo personal.