Es nuestro derecho a vivir en un ambiente sano

por Horacio Feinstein

Incendios en el Delta

Como se puso bien de manifiesto con la pandemia, lo que ocurre (corrijo: hacen que ocurra) con la Naturaleza nos afecta y mucho (y seguirá afectando ya que hay algunas de esas ocurrencias que son irreversibles) hasta el punto que algunos pensamos que han puesto a la humanidad en una encrucijada sin salida ya que todo indica que la “economía mata a las personas” y será muy difícil pararla.

Pero, una vez más, me corrijo: no es la economía sino los poderosos económicos que quieren seguir haciendo negocios, business-as-usual , los que matan a las personas. Y muchas personas que dependen de un ingreso diario no pueden dejar de exponerse a ese esquema riesgosamente mortal.

Escribo estas líneas impresionado por un compañero de Villa Constitución (Santa Fé) que anoche tuvo dificultades para dormir debido a la densidad del humo que tenía que respirar en su casa, aliviado algo por el efecto de un ventilador, luego de haber superado la sensación de asfixia.

El humo al cual me refiero proviene de la quema de pastizales en el Delta del Paraná donde hace varias semanas ocurre que algunos ganaderos de la zona queman la vegetación para que haya rebrotes de pasto donde su ganado se alimente y engorde rápidamente. Inmensas humaredas y llamas cuyos efectos son notorios muchas noches en la CABA, distante unos 300 km.

Esto sucede en el Delta -no es algo novedoso- casi todos los inviernos desde hace más de una década en que vuelven los incendios. No obstante los perjuicios que causa al ambiente y a la sociedad, la justicia nunca llega a ponerle fin; mientras tanto, los ganaderos se siguen aprovechando de esta manera de alimentar a su ganado (casi gratis, aprovechándose de los beneficios de la naturaleza) y hacer enormes ganancias.

Está claro cuáles son las causas y casi identificados los responsables de los incendios, con la tecnología satelital y los drones, no hay demasiada duda. Ahora sólo resta que la justicia intervenga, se los detenga e impida que sigan causando semejantes afecciones.

Para ello, es necesario que como ciudadanos reclamemos de todas las formas posibles y en todas las instancias por nuestro derecho a vivir en un ambiente sano, como bien dice nuestra Constitución.