El reciente principio de incendio en una lancha colectiva llena de pasajeros el 30.12.21, evidenció la desidia/connivencia imperante (de la empresa de transporte, el personal de abordo, las autoridades provinciales encargadas de transporte y los controles de Prefectura) cuando al necesitarse accionar los matafuegos éstos no funcionaron y los pasajeros -entre los cuales había muchos niños y personas mayores- tuvieron que tirarse al agua como pudieron al ver que las llamas se propagaban dentro de la lancha.

 

delta

Ello tuvo lugar a la semana de un gran incendio ocurrido en la 2ª. Sección de Islas que se extendió por la falta de atención de parte de las autoridades encargadas de ello llegando a afectar cientos de hectáreas y poniendo en peligro la vida y los hogares de pobladores isleños.

La realidad de todos los días es que el transporte fluvial en el Delta desde hace años hace agua por todas partes día a día y si no ocurren más siniestros es porque dios es argentino, como reza el dicho. Lo cotidiano es que la población isleña tiene que soportar tejes y manejes discrecionales e imprevisibles de la empresa con los horarios, cuando éstos ni siquiera posibilitan estudiar, trabajar hasta última hora, ir a bailar o reunirse con amigos en el continente ya que no hay servicios nocturnos. El monopolio funciona cada día peor y hace/deshace lo que quiere, sin control de parte de las autoridades.

Cuando recientemente asumió en la Provincia el nuevo ministro de Transporte anunció que: “Las lanchas tienen motores muy viejos, extremadamente ruidosos y altamente contaminantes. Esto lo tenemos que cambiar con un programa de electromovilidad en el Delta”

Dichas palabras parecen anunciar cambios de fondo -Clarín anticipa que podría declararse la “emergencia fluvial”- muy ansiados por los isleños y demás pasajeros que, básicamente, van al Delta en procura de esparcimiento en la naturaleza y se han encontrado-como en un feriado largo de 2021- con un sorpresivo paro de lanchas declarado por el personal ante la crónica dilación/falta de pago. Sin duda son bienvenidas importantes modificaciones en el transporte fluvial, entre las que indudablemente habrá que concebir un nuevo marco regulatorio y de control del servicio.

Lo que me interesa enfatizar en este momento es que si las autoridades provinciales están decididas a realizar significativos cambios en el transporte fluvial, que sean sustentables en el tiempo, deberían tener muy en cuenta las particularidades ecosistémicas que presenta el Delta del Paraná como humedal -las que lo convierten en una zona única y especial. Para ilustrar esta afirmación cabe señalar que cuando a fines del siglo XX se decidió electrificar buena parte del Delta bonaerense se lo hizo -sin pensar demasiado- como si fuera una extensión del continente, con los mismos parámetros y elementos: se pusieron postes de madera cada tantos metros para sostener los cables de los cuales derivar las conexiones domiciliarias. Pero resulta que el terreno en el delta no está muy consolidado y debido a las mareas que suben y bajan el nivel de los cursos de agua junto a correntadas, los postes empiezan a ceder y finalmente caerse, arrastrando a los cables con ellos. Además, como en el Delta hay tanta vegetación alta y densa, los vientos continuamente rompen ramas que caen sobre los cables provocando cortes de suministro. Esto determina interrupciones del servicio por horas y -bastante frecuentemente- por días en una zona donde no hay servicio de gas natural para calefaccionar ni agua corriente por lo cual la energía eléctrica sirve para suplir ambas necesidades; en esas situaciones la población sufre dichas carencias adicionales, todo ello por no haberse contemplado las características específicas del Delta a la hora de extender hacia la región el servicio eléctrico.

Ojalá lleguen nuevos aires al transporte fluvial por el Delta del Paraná, para lo cual será necesario tener muy en cuenta las opiniones de los isleños además de las de estudiosos de problemáticas afines; todas ellas contemplando las particularidades de la zona (humedal), junto a la necesidad de incluir esas particularidades en el diseño de las posibles soluciones. Si así no fuera, muy posiblemente se genere mayor desesperanza ante el nuevo fracaso.

Ciertamente, las autoridades provinciales deberían prestar bastante más atención al Delta ya que es la principal zona de esparcimiento en la región metropolitana bonaerense y ella con el tiempo tenderá a valorizarse si y sólo si ella se mantiene como humedal, con su población isleña, para deleite de las 15 millones de personas de la región. Este Delta es único y para que lo siga siendo todos los interesados debemos contribuir a ello y en primer lugar el Estado provincial.