En los comienzos la década del 90, mis hijos habían crecido y exigían algo más que divertirse en la plaza. Querían algo más natural, más agreste… especialmente luego de su primera experiencia de unas vacaciones en carpa, donde pasamos momentos inolvidables.

Es así, que luego de descartar muchas ideas y proposiciones, se nos ocurrió alquilar una casa en el Tigre o tal vez comprar algún terrenito e ir construyendo algo. Dedicamos varios meses a la búsqueda, con bastante poca suerte: nada nos gustaba y lo que nos parecía interesante era muy caro para nosotros.

Un día, un compañero de trabajo me comentó que tenía una amiga en el Tigre, en cuya vecindad se vendía una vivienda que estaba relativamente en buenas condiciones.

Fuimos a verla, con muy pocas expectativas, simplemente para cumplir con él. Sin embargo, cuando llegamos y vimos la casa en cuestión, nos miramos los unos a los otros y todos pensamos: «podría ser». Pero había un problema: no teníamos el dinero suficiente. Así es que, ya que estábamos… hicimos una oferta con el dinero que disponíamos…, no como buenos comerciantes, sino simplemente ofreciendo lo posible. El dueño de la casa, un corpulento italiano, se enojó mucho alegando que la oferta era un abuso y prácticamente nos echó de la isla. Regresamos medios fracasados, y prácticamente abandonamos la idea.

Más de dos meses después, incomprensiblemente para nosotros, nos llamó una inmobiliaria de Tigre, para preguntarnos si habíamos comprado casa y al responderles «no», nos consultaron si aún estábamos interesados en «Carapachay 459 Bahía de Lapataia».

Casi sin comprender la pregunta, pues no habíamos reparado en el nombre del lugar, respondimos que «sí», pero ratificando la oferta que tanto había ofendido al vendedor. La intermediaria, manifestó entonces que tenía instrucciones de invitarnos a una nueva reunión y negociar la operación.

El fin de semana siguiente, volvimos a la casa y luego de una dura discusión, casi hasta el centavo, terminamos comprando la casa por muy poco más de nuestra oferta original, cerrando la operación con el serio desagrado del vendedor que parecía tener apuro en deshacerse de ella, siendo aparentemente nuestra oferta la única digna de ser tomada como tal.

Así, resultamos dueños de una casa bastante típica del Tigre, suponiendo a partir de allí que tendríamos mucho para hacer, pero que lo disfrutaríamos con mucho placer.

El día 5 de Febrero de 1992 firmamos la escritura en Capital Federal, nos entregaron las llaves… y el fin de semana siguiente, con grandes expectativas, tomamos la tan esperada posesión.

Cuando llegamos, nos encontramos que el vendedor, seguramente que enojado por el bajo precio de venta, se había llevado todo lo posible, hasta las lamparitas y el letrero con el nombre de la casa. A pesar de ello, igualmente todos estábamos contentos con nuestra adquisición.

Lo primero que dispusimos fue rebautizar el lugar, a pesar que no es costumbre en las islas el cambiar los nombres de las mismas, y a partir de ese día la casa de Carapachay 459 se llamó «El Edén», y así lo hicimos saber con un cartel que inmediatamente confeccionó Mabel y que estuvo muchos años en el costado izquierdo del muelle.

Inmediatamente comenzaron las presentaciones con los vecinos, y al hacerlo una joven y simpática colindante de nombre Carola, nos expresó que «ella creía que hace algunos años, esa casa, la nuestra, había sido de Rodolfo Walsh y que en el lugar había habido allanamientos y secuestros». Como si el comentario hubiese sido un tremendo toque de atención, comenzamos a investigar si tal aseveración era correcta, y todos en la familia comentamos que nuestra casa no sólo la habíamos comprado barata, sino que tal vez era histórica.

Es así, que comenzamos a preguntar a la gente del lugar acerca de esta afirmación, y efectivamente nos la confirmó «Cachito», el dueño de la lancha almacén, quién nos refirió que Rodolfo había sido su cliente.

También un isleño contó versiones de actos de represión de «las fuerzas conjuntas» contra la casa, y finalmente «Rosita», una vecina, tal vez la más antigua de la zona, nos relató una tremenda experiencia sobre los allanamientos de varias de estas casas de la isla, causada por la presencia de Rodolfo en la zona. Por nuestra parte, con toda la información obtenida, elaboramos la primera historia de lo que supusimos que en realidad había ocurrido, tanto de la apacible estadía de Walsh y Lilia Ferreyra en esa casa, como del actuar de la Marina y la Prefectura durante la represión.

Un día de Marzo de 1996, en uno de esos fines de semana tan característicos de esa época del año, en los cuales en Tigre se combinan la paz, el sol y la temperatura para formar juntamente con la vegetación y las aves, un ámbito de serenidad y sosiego que incide en nuestros estados de ánimo, llamándonos a la introspección y al deleite de la naturaleza, apareció de pronto una lancha que comenzó a dar numerosas vueltas delante de nuestro muelle.

Intrigados, pensamos en un primer momento que debía de tener algún un desperfecto mecánico. Pero cuando observamos con mayor detenimiento, notamos que en la embarcación había 4 personas que discutían sobre nuestra casa… sobre si era o no era (¿?).

Como en las islas se suele ser mucho más acogedor y generoso que en la ciudad, nos acercamos a la ribera y los invitamos a pasar. Se bajaron casi sin atender nuestro gesto, y sin participarnos, continuaron discutiendo hasta que la señora que parecía ser la causante de la controversia, al ingresar a nuestra casa dijo «si habré baldeado este piso».

Con esta expresión, se habían dilucidado las dudas: la señora en cuestión era Lilia Ferreyra, la compañera de Rodolfo Walsh en la última etapa de su vida, quién nos presentó a sus acompañantes: Coco Blaustein, que había terminado la película «Cazadores de Utopías», Luis Bruschtein, periodista a cargo de la dirección del diario «Página 12» y su hija Lucero… entre todos habían encontrado la casa que Walsh había alquilado en el Delta como un refugio, en busca de tranquilidad para escribir y compartir con su pareja y amigos.

Lilia Ferreyra

Es imposible poder explicar la alegría que nos produjo este momento, y les expresamos que: «sabíamos que esta había sido la casa, e incluso habíamos supuesto que en algún momento alguien vendría en busca de la historia».

Seguidamente, entre emociones y nerviosismo, conversamos mucho sobre el tema y también sobre nuestras respectivas historias, hasta que alguno de nosotros propuso la posibilidad de la colocación de una placa, lo cual fue aprobado por todos los presentes prestamente.

Casi tres años después, coincidiendo con el cumpleaños 72 de Rodolfo, el 9 de Enero de 1999 organizamos entre todos la concreción de aquella propuesta… un asado y la presencia de amigos, periodistas, sobrevivientes de los terribles centros de detención de la dictadura, hijos y nietos de desaparecidos, militantes, funcionarios, etc.

No hubo ningún discurso, ya que todos sabíamos porque estábamos allí, y sólo se trató de un homenaje que en nombre de Rodolfo Walsh, en su cumpleaños, hicimos a todas las víctimas de la dictadura y a un pueblo que lucha para evitar que las clases dominantes nos quiten la historia.

Simplemente, se colocó una placa cuyo texto expresa: «Rodolfo Walsh. En esta isla Rodolfo Walsh practicó el peligroso oficio de escribir junto a su compañera Lilia Ferreyra» (Concepto éste propiedad del autor, ya que en 1965 él habló del «violento oficio de escribir…»).

Fue un día muy tenso y emocionante que tuvo momentos muy especiales, como por ejemplo cuando Lilia paseó sola por los fondos de la casa, mientras todos en absoluto silencio respetamos ese tiempo como un duro momento de intimidad; o cuando se encontraron Lila Pastoriza con Dorita Campiglia, y la primera dijo: «Sos Dorita?,…yo estuve en la ESMA con tu hija».

Luego del diálogo que se produjo entre ambas, y asistidas por Mabel, dejaron plasmado ese momento de encuentro con la colocación de un árbol que hoy lleva el nombre de Dorita y Domingo, su esposo.

Al caer la tarde de ese sábado cada uno se fue retirando, previa la entrega de un ejemplar del libro «Poder y Desaparición» de Pilar Calveiro, ensayo sobre los campos de concentración en la Argentina, a instancias de la propia autora que no había podido concurrir al asado homenaje.

Luego de este día, y con la intervención de Lilia Ferreyra, nuestra vecina «Rosita», algunos isleños, y datos aislados que pudimos recopilar, elaboramos una segunda historia de lo ocurrido en la casa, ya que las fechas del allanamiento no coincidían.

Esto es así, debido a que el paso del tiempo va ocultando lo ocurrido, va alterando la verdad, por lo que debimos ingresar al terreno de los supuestos, y así desarrollamos la teoría que en realidad se habían producido dos allanamientos… uno verdadero, sorpresivo y típico de la época, y otro falso, un especie de entrenamiento o engaño donde se había desarrollado inteligencia y acciones militares en particular de la Prefectura. Pensamos que esta tesis era la correcta, e inclusive la narramos en algunas filmaciones y comentarios familiares.

En esta nueva época de la Justicia en Argentina, en la cual se está juzgando el genocidio ocurrido en nuestro país, particularmente en la megacausa de la ESMA, donde se está analizando el asesinato de Rodolfo Walsh y el posterior traslado y desaparición de su cuerpo en ese lugar, entre los muchos testigos que concurrieron se pudo escuchar a Julia Josefina Constenla, a Esther González y a Hugo Rapoport, los tres vecinos de aquella época de Rodolfo, de lo cual surgió la suficiente información para corregir y ampliar lo ocurrido en estas casas de Tigre, y sin duda lo que nos lleva a ampliar la investigación, lograr coincidir la fechas y finalmente elaborar, esperamos, la definitiva historia de lo ocurrido en particular aquel 18 y 19 de Septiembre de 1976 y sus consecuencias.

2 COMENTARIOS

  1. Gracias Pluma de Río por representar con seriedad y compromiso a los moradores de las islas…
    Sigan el sendero que trazó Walsh, respetando ese peligroso oficio de escribir, que hoy con esta democracia que supimos construir, renovamos nuestro esfuerzo en defenderla…
    Saludos

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