El Gabinete económico estima que, en el caso del dólar, los cálculos se acercan a los 18 pesos, siempre y cuando, no haya sorpresas cambiarias.

 

La inflación no es la única variable que dentro del gobierno está en espacio de revisión.

El dato es hablado entre los integrantes de la conducción de la economía argentina, incluyendo los vicejefes de Gabinete Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, junto con los ministros de Hacienda Nicolás Dujovne y Luis Caputo.

La argumentación para comenzar a analizar la cotización a la baja surge de un simple cálculo oficial de oferta y demanda: los dólares que ingresarían hasta fin de año serían lo suficientemente importantes como para sostener el precio de la divisa no mucho más allá de la evolución que se viene registrando en la curva anual de cotización.

En esta hipótesis, obviamente, no está incluida la eventualidad del surgimiento de un “cisne negro” negativo, que pulverice la especulación oficial. En esta categoría, aseguran en el gobierno, no está incluída la situación de Temer en Brasil como tampoco ninguna sorpresa interna. De hecho, las posibilidades de sorpresas cambiarias son casi descartadas por el gabinete económico, al punto de haber recurrido a ese concepto del “cisne negro”, para describirla.

El debate se había iniciado antes de la crisis con Brasil, a mediados de mayo, cuando el precio de la divisa navegaba con dificultades para superar los 15,80 pesos. Lo que se vivía hasta el eclipse de Temer, era una demanda muy débil de dólares ante una oferta creciente alimentada con las liquidaciones sojeras, el megaresultado positivo del blanqueo y las colocaciones de deuda pública, tanto nacional como provincial.

Hasta hace algo más de una semana la situación se mantenía inalterable, al punto de observarse una caída importante en el ritmo de liquidación de soja por parte de los exportadores de la oleaginosa. Según la información que distribuyó la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), en la primera semana de mayo la liquidación de divisas había totalizado unos 605,96 millones de dólares; un 26,22 por ciento por debajo de igual lapso de 2016.

Según la entidad, hasta ese momento, el 2017 venía mostrando de parte de los principales aportantes privados de divisas al país “una tendencia oscilante que mantiene desde comienzos de año, con 13 semanas en que lo ingresado fue menor al año anterior, y con siete en las que fue superior”. Una situación diferente al muy buen 2016, cuando se registraron unos 23.910,39 millones de dólares; detrás de los 24.143,75 millones de 2014 y los 25.133,39 millones de 2011. Sin embargo, la proyección oficial, en base a contactos con los cerealeros, es que la liquidación tendrá una aceleración en las próximas semanas, y que comenzará a evolucionar hasta al menos equilibrar el mismo número del año pasado (o incluso un nivel levemente superior); con lo que la oferta de divisas proveniente desde esta vía tendrá una aceleración.

El segundo dato que espera el gobierno proviene de las propias filas oficiales. El ministerio de Finanzas de Luis Caputo ya tiene todo preparado para la colocación de deuda de 20.000 millones de dólares, la que no terminará de completar el proceso de toma de crédito en el exterior, sino que llegará al 70 por ciento de las necesidades financieras del Ejecutivo para este año; con lo cual cabría esperar nuevas operaciones por otros 10.000 millones más. A estos números habrá que sumar las colocaciones que irán haciendo las provincias y muchas empresas privadas, que podrían incluso empardar la cantidad de dólares en operaciones de deuda. Habrá que agregar también una fuente más: si avanzan los acuerdos con China firmados la semana pasada con el presidente oriental Ji Xinping por obras por más de 15.000 millones de dólares, con el mecanismo de “swap”. Esto es, proveedores en más de un 70 por ciento provenientes de china, a los que se les pagará con dinero aportado por ese estado con dólares que antes son girados al mercado local y que pasan a engrosar las reservas; al menos momentáneamente. En los últimos años del kirchnerismo en el poder, esta operación sirvió para sostener las reservas en niveles por encima de alarmantes.

Ante el panorama general de sobreoferta de dólares, no cayó mal en el gobierno el alza generada por la crisis de Temer, que elevó el nivel de 15,80 pesos con que se había iniciado la semana pasada a los 16,35 pesos del cierre del miércoles. Por un lado, los monitores oficiales arrojan como resultado que, al menos hasta ahora, no hubo visibles traslados hacia los precios. Por el otro, y políticamente hablando, se le puede echar la culpa a Brasil por la suba y aprovechar los beneficios del alza.

El análisis sobre la posible baja de un peso en el precio del dólar hacia fin de año, tiene un costado político: ahuyentar las seguras acusaciones de la oposición, que auguran y corren al gobierno con una segura devaluación para después de las elecciones legislativas de 2017; una vez que el compromiso de estabilidad con los votantes haya terminado.

En otras palabras, a los políticos de Cambiemos que salgan a enfrentar a la oposición en medio de la campaña, podrán asegurar sin vergüenza ni temor que luego de ser elegidos no deberán explicar saltos en la cotización del dólar, el principal corazón económico con que se vota en gran parte del país.