La propuesta que Mónica y Arturo ofrecen en su vivero es pasar un fin de semana en las cabañas y tomar un curso básico de hidroponia.

 

Para los turistas que sólo van por el día, la opción es tomar el té y hacer una visita guiada al vivero para conocer los conceptos básicos de este método de cultivo del futuro.

En la zona del Delta, crecen los establecimientos productivos que ofrecen alojamiento y visitas guiadas. Además de trekking y clases de canotaje, en las islas se pueden tomar cursos de apicultura o hidroponia.

Todo empezó con una historia de amor de adolescentes. Mónica y Arturo Villahermosa se conocieron en el Delta. Sus familias pasaban las vacaciones en casas enfrentadas y divididas por el arroyo Espera, que por entonces sólo se cruzaba en canoa. Y después de pasar toda una vida juntos, tener hijos y un negocio en el barrio de Flores, en Buenos Aires, en 2002 decidieron volver a vivir en la isla, a 30 minutos en lancha desde el puerto de Tigre. La primera idea fue crear una huerta. Y un amigo los entusiasmó con los cultivos hidropónicos. Si algo sobra en las islas es agua…

Hoy, en el vivero hidropónico Villa Mónica se ofrecen cursos y se venden productos cultivados sin tierra. “Es un sistema de cultivo poco difundido en la Argentina, pero aportaría una solución inteligente al problema de la desnutrición, por su facilidad de implementación y su alto rendimiento”, dice Arturo. En 55 hectáreas de invernáculos, se consigue una producción similar de frutas y verduras a la que se logra en 1.200 hectáreas de cultivos convencionales. ¿Cómo es esto? En un metro cuadrado de tierra se pueden sembrar nueve plantas de lechuga, que se cosechan al cabo de 75 días. En cambio, con el sistema hidropónico se pueden sembrar 30 plantas por metro cuadrado, que están aptas para comer en 60 días. Suficiente para alimentar a una familia de cuatro personas, ya que se pueden intercalar con cultivos variados: tomates, berro, espinaca, rabanitos, berenjena y rúcula.

Hay cuatro esquemas para los cultivos hidropónicos: el primero se compone de tuberías ahuecadas, similar al sistema de riego por aspersión, aunque elevado y no subterráneo. El agua con nutrientes corre en forma intermitente por los tubos en un sistema cerrado, con lo que no hay desperdicio de agua potable. En cada orificio se coloca una semilla, que irá madurando hasta hacerse planta. El segundo esquema es una variante del anterior y consiste en colocar los cilindros en forma vertical. Es el más adecuado para cultivar frutillas, con la ventaja de que quedan limpias al sacarlas de la planta. El tercer esquema consiste en cultivos en macetas con una mezcla de turba y perlita en lugar de tierra. Es un sistema ideal para vegetales que crecen en plantas, como los tomates y berenjenas. El tercer esquema se denomina “floating” y es similar a colocar agua en una pecera con un sistema de oxigenación, arriba se coloca una plancha de telgopor agujereada, donde se siembran las verduras.

Un kit para empezar los cultivos hidropónicos cuesta $ 1.200, e incluye la capacitación. Si se saca la cuenta de cuánto una familia gasta en verduras y frutas en un año, la inversión es rentable. “Muchos pequeños productores que destinaron sus terrenos a la soja están tomando cursos de hidroponia para autoabastecerse y complementar sus ingresos con la venta de frutas y verduras”, dice Antonio. Por otra parte, “cada vez más personas se vuelcan a la alimentación natural, y hay pocas cosas tan gratificantes como cultivar los propios alimentos. Con el agregado de que los cultivos hidropónicos pueden hacerse hasta en un balcón”.

La propuesta que Mónica y Arturo ofrecen en su vivero es pasar un fin de semana en las cabañas y tomar un curso básico de hidroponia. Para los turistas que sólo van por el día, la opción es tomar el té y hacer una visita guiada al vivero para conocer los conceptos básicos de este método de cultivo del futuro.