Reflexiones sobre el remo, el mito de los deportes individuales tras 36 hs. de aislamiento

Por Pablo Galfré 

  Kayak

Tras internar el jueves pasado a la noche a mi viejo, Don Oscar –fiebre alta, indicios de neumonía, achaques varios en el bocho que los ajetrean desde hace tiempo años y probable Covid-19- me acuarentené en el cuarto de mi casa y, tras día y medio de encierro, ya estoy algo agotado. Karin, mi esposa/compañera, me estuvo trayendo la comida; Encito, mi hijo de 9 años, se asoma por el pasillo y me dice que me ama; India, la perrita que adoptamos hace dos semanas, menea la cola desesperada por juguetear conmigo. Me pregunto cómo habrán hecho mi compañero de aventuras periodísticas Diego Pignataro y mi amigo de la escuela primaria Ignacio Perincioli para sobrevivir ¡dos semanas! acuartelados en sus cuartos ¡y con coronavirus! Lo mío es poca cosa.

Como soy el mañanero de la familia y suelo disfrutar en solitario unos mates y mañanas apaciguadas, ahora estoy encerrado, sediento del brebaje de la patria. Como no puedo hacer nada, escribo. Reflexiono (¡intento!) sobre una pregunta que me tintinea desde hace días: el remo, ¿es un deporte individual?

Kayak

Sí, es verdad que se puede remar solo en un simple sin timonel. Sí, es verdad que muchos dan (yo solía hacerlo) la vuelta al perro en solitario (Gambado-Sarmiento-Espera-Angostura-Carapachay-Luján). Pero también es verdad que hay muchxs que no se animan a salir solos y salen en un simple con timonel; otros optan por un doble para entrenar para las regatas. En el Tigre Boat Club, club del que fui socio hasta hace poco, suelen organizar travesías grupales.

Y las regatas, ¿son individuales? No, para nada. Los remeros van cambiando de posición cada determinado tiempo. El timonel pasa al lugar del remero de proa y éste toma timón; luego, es el remero de popa el que se hace del timón. Y así hasta llegar a la meta. Se complementan, se ayudan, se amalgaman. ¡Uno para todos y todos para uno!, podrían gritar como D’Artagnan, si no temieran al ridículo.

En el kayakismo, deporte que me apasiona desde hace años, tras dejar el remo, pasa lo mismo. ¿Se puede remar kayakear? Sí, claro. Y es hermoso. He remado en solitario infinidad de veces. La primera vez que conquisté las aguas del Paraná de las Palmas fui sin compañía alguna. Una vez hice una pequeña travesía de 3 días solari hasta la segunda sección del Delta. Se disfruta mucho remar en solitario: las aguas espejadas, el ulular del agua acompaño el silencio, la ajetreada jungla del Delta, siempre cambiante, siempre serpeante.

¿Pero es el kayak un deporte individual? ¡No! Me niego a aceptarlo. Primero, todos solemos remar en grupo y disfrutar de unos asados en La escondida, una acampada en la querida Pierina o los ñoquis del Fondeadero. Hacemos balsa para descansar, entrelazando los botes uno a otro, mientras compartimos unos frutos secos y unos mates. No se puede hacer balsa si otro. (No lloren, compañerxs kayakistas. Ya volverán esos tiempos de remadas y de mates compartidos).

Si un kayakista se da vuelta y cae al agua, necesita de un compañerx para re-ingresar al bote. Se llama rescate asistido. Son muy pocos quienes se lucen con la destreza del auto-rescate. De hecho, cuando se rema en grupo en las transitadas aguas del Tigre, el operativo de rescate ordena: 1) un kayakista socorre; 2) otro da indicaciones; 3) un tercero pivotea que ninguna lancha nos pase por encima. ¡Uno para todos y todos para uno!

Hay que ser groso para ir a Martín García en solitario. Los simples judeo-cristianos vamos en manada; cruzamos el ancho Río de la Plata acompañándonos y disfrutando juntos la epopeya, cual si fuéramos el Capitán Barragán arrastrado por los Alisios del Atlántico en la Atlantis. Bah, no sé ustedes, pero yo sueño cada remada como si fuera una nueva aventura. Como cuando volvíamos de mi primera travesía a Martinga y en el horizonte arreciaba una tormenta y el capitán (y sus solidarios tenientes) hicieron balsa y ultimaron el rumbo a seguir. Mientras tanto, el resto de lxs kayakistas esperamos agazapados. Nadie se fue por su cuenta.

Después, en la isla, compartimos carpa o dormis, caminamos juntxs por esas callejuelas conquistadas por la vegetación indómita que se revoluciona libre por las paredes arrumbadas, cenamos en Solis, tomamos unas birras y a la cama, que mañana nos espera otra larga travesía. ¿Y La Marea? Ese encuentro anual que organiza solidariamente el CANE para toda la patria kayakista.

Qué va a ser un deporte individual el kayakismo. ¡Uno para todos y todos para uno!  

Sólo los grosos como la alemana Freya Hoffmesiter, que dio las vueltas a América del Sur y Australia en solitario, pueden prescindir del otro. Cuando el Capitán Barragán y Horacio Giaccaglia sucumbieron, después de arduas horas de remada bajo el sol inclemente del Mar Caribe, el Vasco Jorge Iriberri remolcó a sus dos compinches durante horas, hasta llegar a la isla más cercana. Me los imagino a los tres vociferando ¡Uno para todos y todos para uno!

La náutica tampoco es un deporte individual. ¡Vito Dumas hay uno solo, che! Pero bueno, no me voy a adentrar a mares ajenos, si bien me recibí de timonel a mis 16 y con mi alicaído padre, mecenas de esta reflexión y de mi amor por el Delta y los mares, tuvimos un pequeño velerito, un Clover 20 bautizado Viejo Sueño, y cruzamos a la Barra de San Juan, próxima a Colonia, varias veces.

No, al río y al mar, como a las pandemias, se lxs navega acompañadxs, en grupo, abroqueladxs. Es entendible que deseen remar y promuevan el deporte en pos de la salud; es comprensible que los clubes, astilleros y guarderías estén preocupados por las fuentes de trabajo. Acá tiene que estar puesto el reclamo. En que el Estado, si no lo hace, pague los ATP. En que los socios, los que pueden -que son muchos- paguen las cuotas. La crisis que están viviendo es fruto de la pandemia, no de la cuarentena, y, además, en los siderales aumentos del gobierno anterior.

La comunidad remera no puede caer en el individualismo que gritó Ariel Suárez la semana pasada. El no puede remar porque no es deportista olímpico. Éstos están exceptuados de cumplir la cuarentena y pueden entrenar desde agosto pasado, por el Decreto N° 297/20. Fue egoísta Suárez. Ni él ni los medios aclararon esto. Si hasta Patricia Bullrich, la ministra que le recortó el 13% a los jubilados y pregona el armamentismo, se sumó a la oleada. No Suárez, con Patria Bullrich no.

¿Cómo podemos pretender que vuelva el remo y el kayak, porque así tendrían derecho a volver la vela, las lanchas, el SUP, el kite y los lentejas de los SOT si?

¿Cómo podemos pretender volver a remar si miles se están enfermando y muriendo, muchos de ellxs enfermerxs y trabajadorxs de la salud.? Ellxs sí que están angustiadxs, ante la incerteza de contagiarse, ante las eternas horas de laburo, ante la presencia de la muerte. Cómo podemos pretender volver al río (y marchar) si territorios muchos menos poblados que la zona norte del conurbano, como Tartagal, Chamical y La Banda, vuelven a Fase 1 porque justamente el virus no cesa de circular.

Por otro lado, ¿alguien le preguntó a lxs isleñxs cuál es su deseo? Porque de habilitarse las actividades náuticas el acceso a las islas sería incontrolable, propagando el virus así en una zona donde se lo ha mantenido a raya, vulnerando así los derechos de los habitantes del Delta. ¿Acaso no iríamos todos juntos a paradores y recreos? ¿Acaso no se propagaría el virus en un área carente de instituciones de salud? ¿Dónde iríamos a comer algo y recuperar fuerzas? ¿A plazas y espacios públicos? Yo no los he visto.

Como cuando estamos en una trifulca en el mar o en el río, y socorremos al otro, naveguemos solidariamente esta pandemia. Cuando caemos en el egoísmo de “yo quiero remar”, del otro lado hay miles que enferman, miles que mueren, miles que buscamos cama y no conseguimos, como me pasó con el viejo el jueves pasado, y tenemos que sobrellevar la falta de empatía de la corporación médica y, ante todo, la incertidumbre de nunca más ver a ese ser querido.

Imagino que muchos de ustedes no conocen muertos y fallecidos. Yo sí. Se murieron Federico, el padre de mi ex esposa, alguien a quien quise mucho; el padre de Alejandra, una de las mejores amigas de mi actual pareja; y un amigo de mi madre que no recuerdo el nombre. Y muy cerca tuve varixs enfermxs: los ya nombrados Diego e Ignacio, más Ethel, Tadeo, Santiago, Norma, el papá de mi amiga Valeria… Algunos la pasaron normal; otros muy mal.

El Capitán Barragán una vez me dijo que la travesía no concluye cuando llegás a la cima de la montaña, sino cuando volvés a casa. Aún no terminó esta aventura. Estamos atravesando un mar y un río que “no piden permiso”, como dijo alguna vez, si no recuerdo mal, Haroldo Conti, patrono del Tigre y de la solidaridad.

   La travesía terminará, al fin, cuando volvamos a casa, a cobijarnos entre todes.

   Mientras tanto, #quedateencasa.