Los viajeros, atraídos por el lugar que acaban de visitar, se interesan por acopiar datos que complementen las imágenes recogidas, que los ilustren sobre las historias lugareñas y el origen de sus poblaciones.

Por José María Frías

 

Botes en Islas de San Pedro

Eso fue lo que me ocurrió, como viajero, durante mi paso por las islas del Delta bonaerense; lugar que sigo visitando.

Descubrirlas y recorrerlas me produjo un encantamiento irresistible, que me llevó a indagar acerca de su historia, de la idiosincrasia de sus pobladores, que trabajan y viven en integración con esa naturaleza y retratar la belleza de sus paisajes.

Desde luego, semejantes inquietudes suelen tropezar con inconvenientes, de algunos parajes no existen o es difícil encontrar, datos que abarquen todos los rubros que motivan la curiosidad de los visitantes. Es para ello necesario buscar bibliografía, una labor que para mí, como para muchos, suma un mayor desafío y atractivo.

Cada vez que avanzo navegando hacia el corazón del delta, sólo el ruido de la embarcación distrae a los isleños, que miran expectantes para ver quién pasa. Aunque eso no importe demasiado, porque los gestos son casi siempre iguales: un bocinazo desde la lancha y una mano levantada desde el jardín o la ventana de sus casas altas sobre empalizadas. El saludo cordial, nunca falta.

Saludo Isleño
Saludo Isleño

De paso, me gusta reflexionar y preguntarme: ¿Por qué atraen las islas del delta? ¿por qué quienes nacieron y vivieron parte de su vida allí, las recuerdan desde lugares remotos con tanta nostalgia y añoran volver a esas islas? Allí, donde las palabras no abundan, pero sí el saludo cordial a cada paso, donde la escuela, la policía y la prefectura cumple una función social valiosa, donde emocionan los colores, los nombres y formas de sus muelles y las casas sobre pilotes, donde todo va y viene flotando, como la canoa isleña, las antiguas lanchas colectivas y la corriente de sus ríos, que modela vidas y geografía.

 La respuesta para mí, es que hay una magia permanente, que consiste en el enaltecimiento de cosas simples de la vida cotidiana; que en el delta, por su lejanía de la ciudad y la ausencia del confort de hoy, se disfrutan más.

 Magia que ofrece su belleza natural, que gusta a toda hora o estación del año, que cambia de colores sus paisajes durante los días soleados o los nublados. Durante sus amaneceres y atardeceres, o ante la lluvia, que transforma la navegación, sin miedo a mojarse, en aventura. O durante las tormentas, que son puro brillo y espanto. O durante las noches de luna llena.

Magia o encantamiento que transmiten el sonido de los pájaros, el olor del agua dulce mezclado con las flores, el salto de algún pez, el chapuzón de una nutria o un lobito de río, el caminar de un carpincho, una pava de monte; o con suerte, el asomar de un ciervo de los pantanos.

El Delta tiene, entre otras cosas bellas y que lo hacen único, un secreto: siempre hay lugares por explorar, aventuras por vivir, anécdotas e historias por conocer.

Un ejemplo de ello, que siempre cito, son los cuadros con imágenes de la zona en el salón de fiestas del viejo e histórico recreo Blondeau del corazón de islas de Campana, que fueron pintados antes de 1928 por un titiritero que, al conocer ese lugar, se enamoró de la belleza y poesía del Delta, prolongando su estadía en la casa.

 O historias de piratas que asustan, como la de la pandilla de Marica Rivero (1870) y su marido apodado el “correntino malo” (Vilmaux, s/f).

 Este paraíso misterioso, con reservas naturales reconocidas, y cercano a la vorágine diaria, fue también testigo silencioso de la historia de nuestro país.

 Fue habitado por aborígenes a los que los españoles llamaron guaraníes de las islas o chandules, con costumbres que perduran aun en ciertos parajes isleños.

Fue recorrido en 1531 por el navegante portugués Pedro Lopes de Souza y el soldado alemán Ulrico Schmidl.

 Ha quedado excluido de los repartos de Juan de Garay, aunque sus islas fueron frecuentadas para buscar leña y en ellas se asentaron franciscanos y jesuitas a fin de evangelizar a los naturales.

Por aquí pasó Santiago de Liniers en la reconquista de Buenos Aires; y naturalistas como Charles Darwin; Félix Faustino Outes;, Alcides D’Orbigny y Francisco Javier Muñiz, quienes las recorrieron y estudiaron.

En él se desarrollaron acciones navales en la época de Rosas, sobre sus ríos, durante los bloqueos anglo-franceses, que dieron lugar a la batalla de Vuelta de Obligado y a su homenaje, el «Día de la Soberanía Nacional».

Por sus aguas navegó una iglesia flotante, denominada “Cristo Rey”.

 

Barco Iglesia "Cristo Rey"
Barco Iglesia «Cristo Rey»

Importantes escritores como Marcos Sastre, describieron el Delta, quien lo retrató como un edén en su obra cumbre: “El Tempe Argentino”. También escribieron sobre él Leopoldo Lugones; Martín Coronado; Liborio Justo; Fray Mocho; Jorge Luis Borges; Haroldo Conti; Julio Cortázar; Manuel Mujica Láinez; Miguel Ángel Asturias Rosales o Roberto Arlt; Jeremías Wolf, entre muchos otros.

Periodistas como Sandor Mikler,  a partir de 1933 publicaron su periodico “Delta” y artistas como Alejandro Xul Solar; Horacio Butler; Osvaldo Cortellezzi; Carlos Barberis, Miguel  D´Arienzo; Raúl Monsegur; Pablo Pereyra; Jorge Larco; la retrataron, entre otros.

 

Xul Solar Casa
Casa Xul Solar

No faltaron actores y hasta productores cinematográficos, que a lo largo del tiempo retrataron la isla y sus habitantes a la perfección, como es el caso del personaje “La Carancha” protagonizado por Tita Merello en la película “Los Isleros”; o “Muchacho” por Sandro; “Las Aguas Bajan Turbias” o “Amalio Reyes: el hombre”; con Hugo del Carril.

Pero la fama de la región, se la debemos a Domingo Faustino Sarmiento, quien en las páginas de “El Nacional” describió las bellezas de las islas y su potencial agrícola, industrial y turístico,  que atrajo a variadas corrientes inmigratorias, con la esperanza de trabajar sus tierras y un futuro mejor. El famoso sanjuanino construyó en 1855 una casa que aún se conserva, a orillas del río que hoy lleva su nombre; y allí cerca, él mismo plantó por primera vez una varilla de mimbre en tierra isleña.

El Delta fue testigo también de los muchos sucesos históricos vividos en la isla Martín García, desde su descubrimiento por Juan Díaz de Solís, las batallas del Almte. Brown contra los realistas, del proyecto “Argirópolis” de Sarmiento.

De las ruinas de la antigua prisión militar naval para los desertores, y de la confinación de los ex presidentes argentinos como Hipólito Irigoyen; Marcelo T. Alvear; Arturo Frondizi; Juan D. Perón y de otras personalidades.

De sus canteras salieron los adoquines para empedrar la ciudad de Buenos Aires.

La isla contiene además su misterioso cementerio, el “Cine Teatro Urquiza”, fue lugar de la primera transfusión de sangre del Dr. Luis Agote; contiene la casona donde Rubén Darío escribió la “Marcha Triunfal”; fue el sitio de la firma del Tratado del Río de la Plata entre la República Oriental del Uruguay y la República Argentina.

El Delta presenció la belle epoque, el explendor del Tigre Hotel y Tigre Club; de los recreos; de visitas ilustres como Anatole France; la infanta María Isabel Francisca de Asís y Borbón; Pedro Montt; Isadora Duncan; Enrico Caruso; el filósofo Keyserling; el príncipe de Gales Eduardo de Windsor y hasta Lady Di.

Tigre Hotel
Tigre Hotel

En él de desarrollan crecientes prolongadas, emigraciones, eventos náuticos deportivos destacados, a cargo de los florecientes clubes de remo.

Y por si fuera poco, hoy tiene el reconocimiento de la 2da. y 3ra. sección de islas de San Fernando como “Reservas de Biosfera por la Unesco”.

Llega el atardecer y es hora de regresar a casa.

No me pongo nostálgico, ya que siempre vuelvo a descubrir una nueva historia o un paraje nunca visitado.

Atardecer en la isla
Atardecer en la isla

Es difícil conocerlo todo, ya que es enorme: abarca desde San Nicolás hasta Tigre, cada lugar con su belleza, con su característica geográfica particular; y como si no alcanzara, está en continuo crecimiento. Tiene arroyos angostos y cortos de difícil navegación, como también ríos que dibujan, con su rumbo zigzagueante, el Delta del Paraná.

Balsa

Tiene islas pequeñas y en formación, como también islas símiles a extensos campos donde pastorea el ganado.

Tiene montes primitivos y balsas que conducen a caminos terrestres isleños, extensos, rodeado de grandes parcelas prolijamente forestadas.

Hay pueblitos, muelles y recreos con construcciones entrañables, con historias por descubrir.

También hay desolación, carencias y ansias de progreso, pero con desconfianza cuando el progreso viene «de afuera», por temor a que se pierda ese encantamiento del que hablo, que perdura justamente por el predominio de la naturaleza  sobre el hombre.

Y desde esa posición, sigue allí, firme e imponente, celosa y a veces anónimamente protegido y admirado por todos.

1 COMENTARIO

  1. Yo medio viví en La Isla un año y medio, y medio que quisiera volver a vivir allá una y media vida… Y tomar la colectiva a las 6 – 10 pa llegar al oeste del conurbano bonaerense a las 10, en invierno, valió más que la felicidad de no poder volver a vivirlo más que en mis mejores recuerdos en todo sentido. Sólo el sur le sacó el lugar en la Argentina para hacer mi casa.

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