“La movilización nos vuelve a encontrar como un movimiento que crece sin parar, nos empodera cada vez más y, como tantos otros reclamos, demuestra que en la calle se da la disputa y se logran las conquistas.”

 

Volvemos a marchar. Nosotras. Las mujeres, las travas, las trans, las lesbianas. Volvemos a exigir, a gritar. Volvemos a decir una y otra vez que el Estado es responsable, que no sirve la foto y el cartel si no hay políticas públicas que lleguen antes de nos maten. Porque queremos cambiarlo todo. Porque los femicidios son la punta del iceberg de una gran cadena de violencias y buscamos derretir el iceberg completo, desde el comienzo, mientras vivimos, mientras estamos, mientras no nos asesinan.

En lo que va de 2017 lloramos cada 18 horas a cada compañera que ya no está. Y con ellas el grito suena con fuerza, con bronca. El Estado es responsable. Los tres poderes que lo componen son los encargados de actuar antes de que las formas más extremas de violencias se nos presenten. Responsables de generar políticas públicas que cambien los paradigmas existentes, de buscar los espacios para erradicar los estereotipos que operan sobre nuestros cuerpos. Responsables de implementar leyes que nos permitan abortar de forma libre, gratuita y segura, que nos incluyan en los espacios de debate, de toma de decisiones, que nos brinden igualdad en nuestros trabajos. 

El Estado también es responsable cuando los hechos ocurren. Responsable de centralizar y difundir de forma clara y organizada a dónde recurrir ante cada situación de violencia, teniendo en cuenta ciudad, edad y tipo de agresión. Responsable de capacitar a los actores que atienden a las víctimas. Responsable de generar un acompañamiento, brindar asesoramiento legal. También responsable de promover una justicia con perspectiva de géneros no revictimizadora.

Y el Estado también es responsable después de que, lamentablemente, la persona se transformó en víctima. Es responsable de brindar un acompañamiento económico a quienes deciden separarse y no tienen sustento. Es responsable de brindar justicia y no meter presas a las Higuis, las Belén. Es responsable de promover un tratamiento mediático responsable que no fortalezca estereotipos de géneros o clase.

Y con todas estas exigencias y otras tantas más, volvemos a marchar. Como el 3 de junio de 2015, como en 2016, como durante el Paro Internacional de Mujeres, como cada vez que salimos a exigir por nuestros derechos, por nuestros trabajos. Como hace décadas. Como hace siglos. Nos volvemos a encontrar los distintos, diversos y heterogéneos feminismos, pero, tal como describe Claudia Korol, “feminismos compañeros para estos tiempos de desencanto y de garrote, que hacen de la esperanza no una ilusión mágica, sino una acción colectiva tendiente a revolucionar las subjetividades aplastadas por las derrotas”.

La movilización nos vuelve a encontrar como un movimiento que crece sin parar, nos empodera cada vez más y, como tantos otros reclamos, demuestra que en la calle se da la disputa y se logran las conquistas. El movimiento avanza y le hace sentir a cada compañera, se reconozca o no como feminista, que no está sola. Nosotras avanzamos y, de a poco, los medios dejan de tratarnos como fanáticas de los boliches o tienen cada vez más pudor para medir el largo de nuestras polleras.

Frente a un Estado cada vez más ausente volvemos a gritar. Frente al avance del neoliberalismo que nos oprime como trabajadoras, como pobres, como desocupadas, como mujeres, trans, travestis. Frente a la feminización de la pobreza. Frente al ajuste macrista, avanzamos. Crecemos, marchamos y como siempre subrayamos que lo personal es político. Este 3 de junio nos atrevemos, como subraya Korol, a “hacer de las muchas maneras de amar y ser amadas lugares políticos, corporalidades disidentes, rebeldes, celebrantes, que no disocian el deseo y la felicidad de la lucha cotidiana por cambiar al mundo”.