«Ya no nos cuesta tanto entender la complicidad civil y el apoyo social que existía durante la dictadura. Con diferencias pero también con similitudes, con un aparato mediático al servicio de los poderosos, hoy lo entendemos mejor y mientras en nuestras casas lo digerimos, nos seguimos preguntando ¿dónde carajo está Santiago Maldonado?»

 

Marcha Santiago MaldonadoPor Malena Ambas

Para los que nacimos en democracia es difícil entender la complicidad civil y el apoyo social que recibió la última dictadura militar. Cuando en el colegio estudiamos que para que exista la dictadura, además de un aparato represivo estatal hizo falta una sociedad que legitime el accionar o, por lo menos, mire para el otro lado, lo vemos alejado. Señalabamos y pensabamos «quiénes eran esos tipos», «cómo puede ser que hayan estado de acuerdo». Nos parece extraño, ajeno, terrible, alejado.

Hace más de un mes que no sabemos dónde está Santiago Maldonado. Hace más de un mes que nos preguntamos por su paradero y no solo señalamos que el Estado es responsable porque la última vez que se lo vio la Gendarmería nacional estaba reprimiendo una protesta social, sino que el Poder Ejecutivo es responsable porque un alto funcionario se encontraba en el lugar, comandando la represión.

El 1 de septiembre marchamos cientos de miles de personas en todo el país. Kirchneristas, troskistas, anarquistas, personas organizadas, sueltas, jóvenes, viejos. En la Ciudad de Buenos Aires la convocatoria reunió a más de 200 mil personas en Plaza de Mayo. Pasadas las 20 horas y luego del discurso del hermano de Santiago, comenzó la desconcentración de la marcha. Al finalizar la masiva y pacífica movilización, comenzaron los incidentes. Incitados por policías vestidos de civil que luego se pusieron el chaleco para salir de cacería. 30 compañeros y compañeras terminaron detenidos e incomunicados. Lisa y llanamente una razzia policial. Una provocación. Una construcción de la tapa del diario del sábado. Una operación para seguir dando la espalda y que los medios hegemónicos no se pregunte en sus notas dónde está Santiago. Y además, un avance de un Estado policial que criminaliza la protesta social, que busca sembrar el miedo y frenar la movilización popular.

Volvemos a nuestras casas indignados, tristes, angustiados. Hay personas que justifican el accionar policial. Hay quienes creen que la pared del Cabildo es más importante que la vida de Maldonado. Me tomé el trabajo de entrar al perfil de amigos de facebook que reaccionaron contra los «disturbios» en Plaza de Mayo. Lamentablemente no me sorprendió que en el último mes nunca se preguntaron por Santiago. Nunca hicieron una publicación al respecto. Sin embargo, las paredes del Cabildo pintadas les causa indignación.

Ya no nos cuesta tanto entender lo que aprendimos en el colegio sobre la complicidad civil y el apoyo social que existía durante la dictadura. Ya no lo vemos tan alejado, ni ajeno, ni extraño. Con diferencias pero también con similitudes, con un aparato mediático al servicio de los poderosos, hoy entendemos mejor eso que estudiamos en la escuela y mientras en nuestras casas lo digerimos, nos seguimos preguntando ¿dónde carajo está Santiago Maldonado?