Una característica del neoliberalismo, que se observa también en el avance de las derechas radicales en Europa, Estados Unidos y en ciertos países de la región, es el objetivo de reordenar la relación capital-trabajo en perjuicio de la clase trabajadora.

 

 

Neoliberalismo

En esta columna, los economistas de la Corriente Federal de Trabajadores, Pablo Chena y Deborah Noguera, descubren de manera sencilla lo que verdaderamente esconde el modelo que el gobierno de turno quiere imponer.

La maquinaria neoliberal se caracteriza por desconocer al movimiento obrero como sujeto político y, por lo tanto, esto rompe la posibilidad de una salida negociada a la conflictividad social.  Hoy vivimos un “capitalismo de guerra”, caracterizado por un enfrentamiento beligerante del capital contra el trabajo.

El ejemplo más claro que hay en la historia sobre algo similar es la colonización de América y África, por parte de las potencias europeas, que imponían a los colonizados sus reglas y costumbres. Hoy en día, el neoliberalismo busca imponer sus reglas respecto, por ejemplo, de cuánto debe ganar el trabajador y cuáles van a ser las condiciones de empleo. Así, las reglas y las leyes (como las fiscales, financieras y jurídicas), funcionan como una victoria bélica de las clases dominantes y no como un acuerdo de convivencia.

Nuestro país organizó el mundo del trabajo popular a través de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, proceso que hoy está siendo desarticulado de manera acelerada. En este sentido, la asunción del nuevo gobierno implicó un viraje en las políticas económicas con un impacto directo en la estructura económica y social argentina. La apuesta del gobierno es a una integración de la Argentina como deudora del sistema financiero global a costa de una desintegración nacional y de una re-primarización de la estructura productiva.

 

Modelo de exclusión

Esto lo vemos de manera muy clara en el criterio de empleabilidad, asociado estrechamente al criterio de exclusión: quien no es empleable está excluido. La decisión de quién es empleable (y quién no) es una decisión política del Estado, es la comunidad política quien establece la división interna del trabajo para incorporar a todos los trabajadores. Los objetivos sociales – como el pleno empleo y la igualdad – son alcanzables sólo si existe una comunidad política que los persiga. En este sentido, cuando se habla de defender el mercado interno, no se refiere a la defensa del consumo en sí mismo, sino a defender una división del trabajo que permite emplear a todos los trabajadores.

Si se acepta la división internacional del trabajo de manera subordinada, Argentina tiene una función muy concreta: explotación de recursos naturales, agronegocios y plaza financiera especulativa.

Con este criterio de empleabilidad, impuesto por las multinacionales, sólo es empleable el 35% de la población económicamente activa. El desafío es generar un modelo de desarrollo nacional que impulse el mercado interno y que estructure, a partir del mismo, una división interna del trabajo acorde a la población. Esta es una decisión política del Estado, así como fue una decisión del peronismo sustituir las importaciones por producción local, permitiendo emplear a los trabajadores en la industria nacional. La industria en nuestro país nace y se desarrolla como sustitutiva de importaciones, en el momento en el cual este proceso se revierte con una apertura importadora indiscriminada, se revierte también el proceso de industrialización.

 

Modelo rentista

Hoy asistimos a un modelo rentista enfocado en la renta de la tierra y en la renta financiera y en la extracción de esa renta hacia los países centrales, en una lógica de fuga de excedente económico que luego ingresa nuevamente pero en forma de deuda. El proceso de endeudamiento subyacente debilita la soberanía nacional e incrementa la dependencia de los poderes centrales para incorporarse a una división internacional del trabajo en forma subordinada. La agresiva política monetaria, llevada a cabo desde la asunción del nuevo gobierno, no parece reparar en el impacto de la misma sobre el nivel de actividad y distribución del ingreso. Se apostó a unas elevadas tasas de interés para mermar el proceso inflacionario, que sumado a la apertura financiera está generando cuantiosos beneficios a los sectores concentrados, a través de la conocida bicicleta financiera, impidiendo el desarrollo de la actividad productiva.

Este contexto de caída del consumo, aumento de importaciones, mayor precarización laboral y desalarización tiene como objetivo debilitar al movimiento obrero como sujeto político, para colocar al trabajador como instrumento productivo (sin identidad política) y establecer así las condiciones que permitan que se convierta en la variable de ajuste.

La negociación con el neoliberalismo no puede ser una opción en la resistencia del movimiento obrero. La forma de resistir es crear otro escenario superador, pensado desde los propios trabajadores, donde el trabajo sea el centro y no la variable de ajuste.