Se relevaron 225 especies en la parte más poblada de las islas; afirman que muchos animales fueron desplazados

Primero convivieron con 60 vascos y andaluces que habitaron el delta en el 1600. Dos siglos después, cuando Domingo F. Sarmiento introdujo plantaciones de mimbre, fueron contemporáneos a diez aserraderos y 1500 inmigrantes que tenían frutales y fábricas de licores y tabaco.

Hace apenas 50 años tuvieron que cederles territorio a las 50.000 personas que llegaron a poblar las islas. Y ahora no tienen otra alternativa que coexistir entre hospedajes, recreos, casas permanentes y de fin de semana, astilleros y casi 25.000 isleños.

Pese a esas transformaciones de su ambiente, la primera sección del delta, la más poblada y cercana al continente, sigue siendo el hogar de 225 especies de animales vertebrados, una diversidad que los biólogos consideran «alta» por ser un territorio poblado por seres humanos y «muy valiosa», debido a que está a cinco minutos de la estación fluvial de Tigre y a sólo 30 kilómetros de una ciudad como Buenos Aires.

Este relevamiento de aves, anfibios, peces, reptiles y mamíferos es el primero que se reduce a los 220 kilómetros cuadrados de islas que son jurisdicción del municipio de Tigre y conforman la primera sección del delta, que es el conjunto de islas que está frente a la costa de Tigre y San Fernando, desde el canal Arias y hasta el Río de la Plata, y entre el Luján y el Paraná.

Hasta el reciente estudio, hecho por el Observatorio Ambiental del Delta, sólo se sabía que en todo el delta bonaerense, que abarca 2800 kilómetros cuadrados, la diversidad de especies era de 543. Por lo que ahora se pudo determinar que en la porción más densamente poblada, que representa menos del 10% de la zona, aún vive el 50% de las especies del área.

«Científicamente no podemos decir si es bueno o malo el número de especies que hay. El hecho de que haya por lo menos 225 indica que no es una zona devastada, como el Riachuelo. Es una zona impactada por el hombre, pero que conserva espacios naturales, con poco grado de modificación o que, pese a sus alteraciones, siguen funcionando como hábitat para las especies. Pero es un ambiente de menor calidad que el natural. De lo contrario, debería seguir estando el ciervo de los pantanos y otras especies de la zona», consideró la bióloga Marina Homberg, coordinadora del Observatorio Ambiental del Delta, que depende del municipio de Tigre, y es la responsable de la reserva natural privada Delta Terra.

En el relevamiento que, fue hecho entre abril de 2015 y abril de este año, trabajaron cinco biólogos, un técnico en biodiversidad y un guardaparque.

Se identificaron 114 aves, 95 peces, ocho anfibios, seis mamíferos y dos reptiles. De las primeras, sobresalen el carpintero, el martín pescador, la garza, el burrito dorado, la pava de monte y el federal.

Entre los peces, se destaca el dientudo jorobado, la mariposita, el cascarudo y el surubí pintado. También identificaron ejemplares de carpa, una variedad exótica que es parte de las 100 especies más invasoras del mundo.

Entre los anfibios, hay siete especies de rana y una de sapo. Mientras que los reptiles hallados son la culebra de agua y el lagarto overo.

Los mamíferos son sin dudas los más amenazados por la caza. Hay dos variedades de comadrejas, carpinchos, coipos, cuises y murciélagos.

Del ciervo de los pantanos, en cambio, no hay registros en la primera sección, pero sí en otras zonas del delta, pero con una población total de apenas 400 ejemplares.

«Después de un siglo y medio o dos de transformación del ambiente, el número de especies registradas es alto, aunque claramente reducido en relación a la variedad que debe haber habido originalmente. Por eso es importante que se la preserve», advirtió el biólogo Rubén Quintana, director del Laboratorio de Biodiversidad de la Universidad de San Martín.

Justamente los desarrollos inmobiliarios en la primera sección, hicieron necesario que en 2013 se sancionaran tres ordenanzas que hoy marcan el pulso del desarrollo de la zona: un plan de manejo que define lineamientos generales, una zonificación para las 22.000 hectáreas y un reglamento que determina las características de las edificaciones.

A grandes rasgos, se prohibió el emplazamiento de nuevos barrios náuticos; casi un tercio de la superficie -la cara este- quedó tipificada como zona de protección; en los lotes aptos para edificar se redujo el porcentaje de ocupación total del suelo a la mitad y se estableció como obligatorio dejar intangible el fondo de la parcela, de forma tal que el corazón de las islas se preserva como bañado.

«La intención es definir un desarrollo más sustentable y armónico, que preserve el modo de vida, la arquitectura y la identidad isleña. Al mismo tiempo que se definen políticas científicas desde el Observatorio Ambiental del Delta para preservar las especies que habitan las islas e incluso regresen algunas de las que ya no están», afirmó Leticia Villalba, directora municipal de la Unidad Ejecutora Plan de Manejo del Delta.

«Hace 10 años, sobre el arroyo Rompani, donde tengo mi casa, vivíamos 10 familias. Ahora seremos unas 50. Cuando navego me cruzo algunos animales que había dejado de ver», afirmó Enrique Marcetán, de 63 años. Y agrega: «A la guardería donde tengo la embarcación se acercan pavas de monte para que les den de comer. Antes ni se veían. También estoy viendo más carpinchos y los dorados están saliendo casi todo el año. Lo que no veo son gallinetas, unas aves marrones de patas largas. Y no te voy a mentir, ciervo de los pantanos no volví a ver nunca más».